Pentagrama de fe
por Guillermo Vega Zaragoza
Alguien me contó un chiste hace algunos años: ¿En qué se diferencian una película gringa y una película mexicana? En que en la película gringa sale Tom Cruise, se sube a un auto de carreras y gana. ¿Y la mexicana? En que sale Valentín Trujillo, se sube a un auto de carreras y pierde. Este chiste casi de humor negro me vino a la memoria mientras leía el inquietante libro de Ana Luisa Calvillo, Pentagrama de fe: Lo que soportan los niños para sobrevivir en la música, donde reúne la información obtenida durante cinco años de entrevistas, de 1998 a 2003, con el maestro Roberto Sánchez Chávez, creador y director artístico de la Orquesta Sinfónica Infantil de Nezahualcóyotl.
En efecto: en Estados Unidos existe una especie de categoría editorial y cinematográfica conocida como success stories, "historias de éxito", donde se ensalza el esfuerzo de aquellas personas que han logrado sobresalir en alguna esfera de la vida, ya sea la ciencia, el arte, los negocios o el deporte, de forma que sirvan como ejemplo para los demás. En general, estas historias destacan diversos valores, muchos de ellos positivos, tales como la constancia, la disciplina y la perseverancia, pero sobre todo buscan refrendar el american dream, la promesa de que si se siguen y respetan las reglas establecidas por la sociedad norteamericana, el american way of life, es posible lograr todo lo que uno se proponga, incluso llegar a ser presidente. Y si no, que le pregunten a Ronald Reagan.
Así, encontramos libros y películas que nos cuentan lo mismo la historia de un gran científico cuyos descubrimientos han beneficiado a la humanidad , que la de la cantantilla de moda, que apenas tiene su primer éxito discográfico y se le ensalza como todo un ejemplo a seguir. O, en el colmo de la superficialidad, la rica heredera del dueño de una conocida cadena hoteles, quien "escribe" un mamotreto donde nos cuenta su "interesante" vida de niña rica, cuando es seguro que en su vida siquiera ha leído un libro completo.
De alguna manera, al conocer estas historias de éxito, queda la impresión de que esas personas triunfadoras lo son porque estaban destinadas a serlo, pero sobre todo porque el sistema social en el que viven les permitió cumplir ese destino. Si bien algunos o casi todos sufren tropiezos y fracasos, lo cierto es que queda la impresión de que en Estados Unidos todo parece organizado para privilegiar el éxito de aquellos que perseveran en alcanzar sus sueños.
Lo totalmente opuesto parece suceder en México. Si alguien quiere destacar, por ejemplo, en algún ámbito artístico o cultural como el de la música llamada seria o clásica, se encontrará con los obstáculos más infranqueables y descabellados, pero también mezquinos e indignantes; con malos tratos, humillaciones, traiciones y transas, como si todos se confabularan para que nadie triunfara, para que nadie destaque, para que todo el país siga hundido en la mediocridad. Sucede como en aquella fábula del sapo y la luciérnaga: te destruyo porque brillas, porque al brillar haces que se note más mi mediocridad.
Ana Luisa Calvillo es una rigurosa y excelente periodista, forjada en el ajetreo de redacciones de múltiples periódicos, revistas y suplementos culturales, lo que asegura un libro armado de manera ágil y amena. Pero, además, Ana Luisa se ha desempeñado como promotora y funcionaria cultural durante buena parte de su vida profesional, que es ya larga aunque sea tan joven, sobre todo en el municipio de Nezahualcóyotl donde ha radicado toda su vida. Esto hace que la autora comprenda y refleje perfectamente la problemática que ha tenido que enfrentar su entrevistado.
Contrariamente a la tendencia hoy tan en boga de que el periodista se vuelva el foco de atención, Ana Luisa Calvillo prácticamente desaparece y hace que su entrevistado pase al frente y asuma el papel protagónico que le corresponde, registrando sus palabras, editando y organizando la información para que resalte la voz, los hechos, las anécdotas y el carácter del gran artista que es Roberto Sánchez Chávez, flautista, Premio Nacional de la Juventud y miembro de la Orquesta Sinfónica Carlos Chávez,; su rebeldía, su integridad, sus desánimos, sus anhelos y sus esperanzas. En suma, la autora nos permite que tomemos conciencia de lo difícil que es emprender una aventura tan aparentemente predestinada al fracaso como lo es la descabellada idea de iniciar, práctica y literalmente desde cero, una orquesta sinfónica infantil en el municipio más poblado del país.
Una de las cosas más preocupantes e indignantes que nos revela el libro es constatar que la mezquindad y la estupidez no son monopolio de ningún partido ni de ninguna tendencia política. Como diría mi padre: "Tan pendejo enero como febrero". El desprecio al arte y la cultura por parte de los funcionarios de cualquier ralea es superlativo, y así Roberto Sánchez Chávez narra hechos que si uno no hubiera vivido en Neza y supiera que allí todo es posible, simple y sencillamente diría que está inventando, que tanto desprecio a la inteligencia y el sentido común es increíble.
Por ejemplo, esa anécdota digna de una película de Luis Buñuel, donde a las autoridades municipales se les ocurre que sería un detallazo que la Banda Municipal, de la que Roberto era director adjunto, tocara música cubana en un desayuno que se le ofrecería a unos médicos cubanos que estaban de visita en Neza. El problema es que la genial idea se les ocurrió la noche anterior al desayuno. En cuestión de pocas horas, había que reunir a los músicos, armar el repertorio y tratar de montar las piezas, apenas con tiempo para ensayarlas. Para recoger a los músicos, que vivían en distintos puntos de la zona metropolitana, se le asignó una patrulla tipo panel (una vulgar "julia", pues). Imagínense el susto de los artistas cuando escuchaban a deshoras de la noche que los voceaba una patrulla con la torreta encendida enfrente de sus casas. Por si fuera poco, casi a la misma hora en la mañana, Roberto tenía que dirigir un concierto didáctico con la Orquesta Infantil. No obstante, las cosas salieron bien, con esa suerte casi bendita que parece acompañarnos a los mexicanos, a pesar de que tengamos casi todo en contra.
Y sin embargo, entre el estiércol surgen las flores. El trabajo realizado por Roberto con los niños es honestamente loable y digno de total encomio, no sólo por el impulso que han recibido en su vocación musical, sino en su formación como personas, como individuos cabales, en una sociedad que resulta a veces inhumanamente adversa. Pero no sólo eso, en el relato armado por Ana Luisa Calvillo, el maestro Sánchez Chávez nos deja entrar también en su intimidad como artista, en sus preocupaciones y sus entusiasmo, en sus dudas y sus ilusiones.
Pudorosa y prudentemente, en el libro no se han incluido los nombres de muchas personas, pues como dice la autora en la presentación, Roberto no ha platicado su historia con la voz de un francotirador o un resentido, sino que ha guardado los nombres de los personajes porque "a final de cuentas, no importa quiénes son sino lo que han hecho". Loable pero poco afortunada actitud, según mi critario. Aunque no sea un libro de denuncia, la realidad es tan escandalosa que con sólo describirla se convierte en una denuncia, por lo que sí creo que cada quien debe asumir la responsabilidad de sus actos y que deben ser identificados con nombres y apellidos aquellos individuos que medran con el poder y con recursos que no les pertenecen sino que son públicos, es decir, de todos nosotros, los que pagamos impuestos y a los que deben servir; así se trate de funcionarillos de quinto nivel que transan con los presupuestos, que de altas funcionarias que han llegado a sus cargos por parentesco o comadrazgo, y que se la pasan viajando por todo el mundo en business class, cuando hay tantas carencias de infraestructura y apoyo a los artistas y las organizaciones culturales, o de hermanas incómodas que se financian viajes exóticos para realizar proyectos audiovisuales inexistentes.
Para terminar, como siempre, una obviedad, que no por serlo deja de ser una verdad irrefutable: aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla. Libros como éste, testimonios sinceros y valientes como el del maestro Sánchez Chávez, son muy necesarios en un país donde los políticos quieren reinventar todo cada tres o cada seis años, sin importarles lo positivo que se haya hecho en el pasado.
Este es un libro que deberían leer no sólo aquellos interesados en el arte y la cultura, para que aprendan de los aciertos y errores cometidos por sus pares, y se anticipen a los retos y obstáculos que tendrán que enfrentar y superar, sino que debería ser leído también por aquellos funcionarios políticos y culturales, nombrados o innombrados, para que se les encienda el rostro de vergüenza al verse retratados en toda su pequeñez, y así poder identificarlos para manifestarles nuestro más sincero y profundo reproche, y conminarlos a que recapaciten y asuman, de una vez por todas, su verdadera función, que es servir a los ciudadanos y apoyar los proyectos culturales de la sociedad civil.
(Texto leído durante la presentación de Pentagrama de fe. Lo que soportan los niños para sobrevivir en la música. Entrevista con Roberto Sánchez Chávez, creador y director artístico de la Orquesta Sinfónica Infantil de Nezahualcóyotl, de Ana Luisa Calvillo, en el Festival de la Palabra, el sábado 30 de abril de 2005)
Alguien me contó un chiste hace algunos años: ¿En qué se diferencian una película gringa y una película mexicana? En que en la película gringa sale Tom Cruise, se sube a un auto de carreras y gana. ¿Y la mexicana? En que sale Valentín Trujillo, se sube a un auto de carreras y pierde. Este chiste casi de humor negro me vino a la memoria mientras leía el inquietante libro de Ana Luisa Calvillo, Pentagrama de fe: Lo que soportan los niños para sobrevivir en la música, donde reúne la información obtenida durante cinco años de entrevistas, de 1998 a 2003, con el maestro Roberto Sánchez Chávez, creador y director artístico de la Orquesta Sinfónica Infantil de Nezahualcóyotl.
En efecto: en Estados Unidos existe una especie de categoría editorial y cinematográfica conocida como success stories, "historias de éxito", donde se ensalza el esfuerzo de aquellas personas que han logrado sobresalir en alguna esfera de la vida, ya sea la ciencia, el arte, los negocios o el deporte, de forma que sirvan como ejemplo para los demás. En general, estas historias destacan diversos valores, muchos de ellos positivos, tales como la constancia, la disciplina y la perseverancia, pero sobre todo buscan refrendar el american dream, la promesa de que si se siguen y respetan las reglas establecidas por la sociedad norteamericana, el american way of life, es posible lograr todo lo que uno se proponga, incluso llegar a ser presidente. Y si no, que le pregunten a Ronald Reagan.
Así, encontramos libros y películas que nos cuentan lo mismo la historia de un gran científico cuyos descubrimientos han beneficiado a la humanidad , que la de la cantantilla de moda, que apenas tiene su primer éxito discográfico y se le ensalza como todo un ejemplo a seguir. O, en el colmo de la superficialidad, la rica heredera del dueño de una conocida cadena hoteles, quien "escribe" un mamotreto donde nos cuenta su "interesante" vida de niña rica, cuando es seguro que en su vida siquiera ha leído un libro completo.
De alguna manera, al conocer estas historias de éxito, queda la impresión de que esas personas triunfadoras lo son porque estaban destinadas a serlo, pero sobre todo porque el sistema social en el que viven les permitió cumplir ese destino. Si bien algunos o casi todos sufren tropiezos y fracasos, lo cierto es que queda la impresión de que en Estados Unidos todo parece organizado para privilegiar el éxito de aquellos que perseveran en alcanzar sus sueños.
Lo totalmente opuesto parece suceder en México. Si alguien quiere destacar, por ejemplo, en algún ámbito artístico o cultural como el de la música llamada seria o clásica, se encontrará con los obstáculos más infranqueables y descabellados, pero también mezquinos e indignantes; con malos tratos, humillaciones, traiciones y transas, como si todos se confabularan para que nadie triunfara, para que nadie destaque, para que todo el país siga hundido en la mediocridad. Sucede como en aquella fábula del sapo y la luciérnaga: te destruyo porque brillas, porque al brillar haces que se note más mi mediocridad.
Ana Luisa Calvillo es una rigurosa y excelente periodista, forjada en el ajetreo de redacciones de múltiples periódicos, revistas y suplementos culturales, lo que asegura un libro armado de manera ágil y amena. Pero, además, Ana Luisa se ha desempeñado como promotora y funcionaria cultural durante buena parte de su vida profesional, que es ya larga aunque sea tan joven, sobre todo en el municipio de Nezahualcóyotl donde ha radicado toda su vida. Esto hace que la autora comprenda y refleje perfectamente la problemática que ha tenido que enfrentar su entrevistado.
Contrariamente a la tendencia hoy tan en boga de que el periodista se vuelva el foco de atención, Ana Luisa Calvillo prácticamente desaparece y hace que su entrevistado pase al frente y asuma el papel protagónico que le corresponde, registrando sus palabras, editando y organizando la información para que resalte la voz, los hechos, las anécdotas y el carácter del gran artista que es Roberto Sánchez Chávez, flautista, Premio Nacional de la Juventud y miembro de la Orquesta Sinfónica Carlos Chávez,; su rebeldía, su integridad, sus desánimos, sus anhelos y sus esperanzas. En suma, la autora nos permite que tomemos conciencia de lo difícil que es emprender una aventura tan aparentemente predestinada al fracaso como lo es la descabellada idea de iniciar, práctica y literalmente desde cero, una orquesta sinfónica infantil en el municipio más poblado del país.
Una de las cosas más preocupantes e indignantes que nos revela el libro es constatar que la mezquindad y la estupidez no son monopolio de ningún partido ni de ninguna tendencia política. Como diría mi padre: "Tan pendejo enero como febrero". El desprecio al arte y la cultura por parte de los funcionarios de cualquier ralea es superlativo, y así Roberto Sánchez Chávez narra hechos que si uno no hubiera vivido en Neza y supiera que allí todo es posible, simple y sencillamente diría que está inventando, que tanto desprecio a la inteligencia y el sentido común es increíble.
Por ejemplo, esa anécdota digna de una película de Luis Buñuel, donde a las autoridades municipales se les ocurre que sería un detallazo que la Banda Municipal, de la que Roberto era director adjunto, tocara música cubana en un desayuno que se le ofrecería a unos médicos cubanos que estaban de visita en Neza. El problema es que la genial idea se les ocurrió la noche anterior al desayuno. En cuestión de pocas horas, había que reunir a los músicos, armar el repertorio y tratar de montar las piezas, apenas con tiempo para ensayarlas. Para recoger a los músicos, que vivían en distintos puntos de la zona metropolitana, se le asignó una patrulla tipo panel (una vulgar "julia", pues). Imagínense el susto de los artistas cuando escuchaban a deshoras de la noche que los voceaba una patrulla con la torreta encendida enfrente de sus casas. Por si fuera poco, casi a la misma hora en la mañana, Roberto tenía que dirigir un concierto didáctico con la Orquesta Infantil. No obstante, las cosas salieron bien, con esa suerte casi bendita que parece acompañarnos a los mexicanos, a pesar de que tengamos casi todo en contra.
Y sin embargo, entre el estiércol surgen las flores. El trabajo realizado por Roberto con los niños es honestamente loable y digno de total encomio, no sólo por el impulso que han recibido en su vocación musical, sino en su formación como personas, como individuos cabales, en una sociedad que resulta a veces inhumanamente adversa. Pero no sólo eso, en el relato armado por Ana Luisa Calvillo, el maestro Sánchez Chávez nos deja entrar también en su intimidad como artista, en sus preocupaciones y sus entusiasmo, en sus dudas y sus ilusiones.
Pudorosa y prudentemente, en el libro no se han incluido los nombres de muchas personas, pues como dice la autora en la presentación, Roberto no ha platicado su historia con la voz de un francotirador o un resentido, sino que ha guardado los nombres de los personajes porque "a final de cuentas, no importa quiénes son sino lo que han hecho". Loable pero poco afortunada actitud, según mi critario. Aunque no sea un libro de denuncia, la realidad es tan escandalosa que con sólo describirla se convierte en una denuncia, por lo que sí creo que cada quien debe asumir la responsabilidad de sus actos y que deben ser identificados con nombres y apellidos aquellos individuos que medran con el poder y con recursos que no les pertenecen sino que son públicos, es decir, de todos nosotros, los que pagamos impuestos y a los que deben servir; así se trate de funcionarillos de quinto nivel que transan con los presupuestos, que de altas funcionarias que han llegado a sus cargos por parentesco o comadrazgo, y que se la pasan viajando por todo el mundo en business class, cuando hay tantas carencias de infraestructura y apoyo a los artistas y las organizaciones culturales, o de hermanas incómodas que se financian viajes exóticos para realizar proyectos audiovisuales inexistentes.
Para terminar, como siempre, una obviedad, que no por serlo deja de ser una verdad irrefutable: aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla. Libros como éste, testimonios sinceros y valientes como el del maestro Sánchez Chávez, son muy necesarios en un país donde los políticos quieren reinventar todo cada tres o cada seis años, sin importarles lo positivo que se haya hecho en el pasado.
Este es un libro que deberían leer no sólo aquellos interesados en el arte y la cultura, para que aprendan de los aciertos y errores cometidos por sus pares, y se anticipen a los retos y obstáculos que tendrán que enfrentar y superar, sino que debería ser leído también por aquellos funcionarios políticos y culturales, nombrados o innombrados, para que se les encienda el rostro de vergüenza al verse retratados en toda su pequeñez, y así poder identificarlos para manifestarles nuestro más sincero y profundo reproche, y conminarlos a que recapaciten y asuman, de una vez por todas, su verdadera función, que es servir a los ciudadanos y apoyar los proyectos culturales de la sociedad civil.
(Texto leído durante la presentación de Pentagrama de fe. Lo que soportan los niños para sobrevivir en la música. Entrevista con Roberto Sánchez Chávez, creador y director artístico de la Orquesta Sinfónica Infantil de Nezahualcóyotl, de Ana Luisa Calvillo, en el Festival de la Palabra, el sábado 30 de abril de 2005)
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