jueves, mayo 12, 2005

El corte final

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No sé a ustedes, pero a mí sí me gustó (y mucho) la película The final cut (Omar Naim, 2004), protagonizada por Robin Williams y Mira Sorvino, pues me hizo reflexionar sobre muchos aspectos relacionados con la memoria, pero sobre todo con la novela.

La historia es ésta: en un futuro indeterminado a las personas se les podrá implantar un chip (el implante Zoe), en el cual quedará grabada en video la vida del interfecto. Al morir, se le extraerá el chip y un Editor (Cutter) hará un video de dos horas (una Remembranza) para pasársela a los deudos durante el funeral. Como se puede suponer, en el video sólo aparece parte de lo bueno que hizo el finado, pues lo malo es editado por el Cutter.

Hakman, el personaje de Williams (haciendo un gran esfuerzo por contener su faceta cómica), es el mejor Cutter. Le encargan hacer la Remembranza de un alto ejecutivo de la empresa que inventó el implante Zoe y que tiene (como casi todo mundo) una parte sórdida que esconder. Un grupo extremista, al que pertenece un ex Cutter personificado por James Caveziel (con una barba más falsa que sus flagelaciones en The Passion), se opone al uso del implante y quiere quedarse con la información del ejecutivo. Por otra parte, Hakman carga una culpa desde pequeño, al no ayudar a un amigo de juegos que cayó en un hoyo, lo abandona creyéndolo muerto y no avisa a nadie.

A partir de esos elementos, se teje una trama de suspenso que plantea ideas muy interesantes. ¿Cómo sería el comportamiento de las personas si supieran que todo lo que hacen y dicen está siendo grabado y que al final de sus vidas sus familiares lo conocerán todo, tanto lo bueno como lo malo? ¿Seríamos igual de espontáneos?

Por otro lado, está la cuestión de la memoria. La memoria es flexible y traicionera. Hakman recuerda el incidente de su infancia y al volverlo a ver grabado en video por el implante se da cuenta de que la memoria le ha jugado una mala pasada durante toda la vida. La memoria es afectada por los sentimientos, no se trata de un simple registro mecánico de los acontecimientos. Decía Onetti: ?Los recuerdos son recipientes vacíos que adquieren la forma del sentimiento que los llene?.

Otro aspecto interesante es el relacionado con el oficio de Cutter: ¿Serán ellos los nuevos novelistas? Recuerdo haber leído hace poco que uno de los atractivos de la novela (y una de las razones por las que se siguen leyendo) es que es la única oportunidad que tenemos de hacernos la ilusión de que estamos viendo el mundo desde el punto de vista de otra persona, pues en efecto, la novela es, antes que nada, la creación de una visión del mundo, diría Gerardo de la Torre. Al editar la vida de otra persona, ¿el Cutter ejercerá una función parecida a la del novelista al escoger lo significativo y eliminar lo superfluo para ofrecernos la vida de un personaje?