domingo, abril 17, 2005

Ventana de Papel entrevista al Indecible

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ENTREVISTA CON GUILLERMO VEGA ZARAGOZA
Por Isabel Lorenzo
VENTANA DE PAPEL num. 3. Veracruz, Ver.


El intercambio de experiencias entre escritores, del que Guillermo Vega es el primero, forma parte de un ambicioso proyecto de VENTANA DE PAPEL. Esto fue posible gracias al apoyo del Instituto Veracruzano de la Cultura y, claro, al mimos Guillermo, que acudió al llamado. Trajo para presentarlo ante nuestro público su libro de cuentos Antología de lo Indecible (Plan C Editores/FONCA/CONACULTA). Antes del evento que se realizó en la Sala de Usos Múltiples, visitamos el taller de Humberto Hernández en Casa Principal y charló con sus talleristas. Después la presentación estuvo a cargo de Luis Gastélum, Humberto Hernández e Isabel Lorenzo; como moderador tuvimos a Agustín Guerola.

Los cuentos de Guillermo tienen un sabor extraño, producto de la mezcla que surge entre la realidad más cruda, el erotismo y una especie de humor negro no exento de ternura. Este libro obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Literatura Efraín Huerta. Su trayectoria es tan amplia que la omito por razones de espacio; baste decir que ha impartido clases de comunicación y literatura en la UNAM, la UVM, la Ibero y la Anáhuac. Estudió periodismo y comunicación en la UNAM y es egresado de la Escuela de Escritores de SOGEM.

Sería imperdonable que siendo nuestro invitado lo dejáramos ir sin que nos diera sus opiniones respecto al cuento, y a pesar de que se desveló en busca de sirenas en compañía de Humberto Hernández y Raúl Yépez, nos reunimos en un sabroso desayuno y platicamos. Guillermo, ante todo, es una persona afable, con un caudal de experiencias que desembocan en una verborrea interminable. Su arma: la sonrisa, el sentido del humor, hay un desenfado natural con que toca a su interlocutor.

¿En dónde impartes tus talleres?

Yo empecé con un taller de Escritura Creativa en la Universidad del Valle de México, en el Departamento de Difusión Cultural. Originalmente, la idea era impartirlo a principiantes que siempre hubieran tenido la inquietud por la escritura, sin importar si era narrativa o poesía. Gran parte de lo que imparto tiene que ver con la teoría del cuento, pero principalmente la dedicó al aspecto de la creatividad.

¿Tus talleristas son todos jóvenes?

No. Yo eh tenido desde amas de casa hasta estudiantes de prepa. Van dedicados a personas sin importar su preparación académica. Simple y sencillamente que tengan el deseo de escribir. Hay una cuestión que yo comparto con Guillermo Samperio: dice que cualquier persona puede escribir un cuento, pero tiene que reunir ciertos requisitos; primero, que no esté afectado de sus facultades mentales: segundo, que tenga vocabulario más o menos amplio, pues el que no lo tiene difícilmente va a desarrollar una narración adecuada, y tercero, tiene que ver con la disposición; o sea, todos tenemos anécdotas, pero lo difícil es trasladar la idea para darle forma al cuento, por lo que hay que proporcionarle las herramientas. Es como cuando manejas. Al principio eres conciente de todo, pero después el carro se maneja solo. Es igual con la técnica de escribir.

¿Cuáles son, en tu criterio, las herramientas básicas?

Pues, además de la ortografía, la sintaxis, la gramática y todos esos elementos, está el manejo de las figuras retóricas, de la metáfora, de la imagen; el aspecto teórico de cómo estructurar la historia, la tensión dramática para mantener el suspenso. Estas cuestiones son básicas, y hay que aprenderlas y tenerlas siempre presentes, pero ya no tenerlas concientes. Cuando te las apropias, se te ocurre una historia y enseguida sabes que te sirve para un cuento.

¿Privilegias entre tus alumnos a los que ves que son escritores natos?

Obviamente algunos llegan con cierta técnica y todo eso. Al principio imparto clases, pero conforme se va avanzando en los ejercicios, el taller lo hacen los participantes. Creo que los asistentes a los talleres literarios se pueden dividir en tres tipos: los que no tienen ni idea de lo que es la literatura, van a experimentar, pero no tienen talento ni disposición: esa gente enseguida se desalienta y renuncia; luego están las personas con talento, pero que tienen un problema de seguridad y lo que hay que hacer con ellas es impulsarlas antes que reprimirlas; finalmente, están las personas que van a aprender el tejido fino de lo que es la literatura; son personas que ya han leído, que se han ejercitado y van a pulir su propio estilo, y con el primer trabajo te das cuenta que tienen vena.

¿A ti qué fue lo que lo que te motivó a escribir?

El causar una reacción en la gente, en el lector, el provocar algo: una reacción de enojo o de alegría; ver cómo la gente reacciona a lo que escribo.

¿Es conciente y deliberado plasmar la miseria, la desolación y la corrupción en tus cuentos?

Yo le llamo ?"levantarle las faldas a la realidad". A mí no me interesa contar lo evidente; siempre me ha interesado saber qué es lo que hay detrás, qué es lo que hay debajo de las cosas, qué hace que funcionen; descubrir los mecanismos que hacen que las cosas sean de determinada manera. Obviamente, es el mundo que me ha tocado vivir y experimentar; no porque yo lo haya padecido: cada quién tiene su propio infiernito, pero el mío, personal, ha sido bastante placentero en ese sentido. Más bien a mí me llama la atención ver a las personas, a mis semejantes, en esos infiernos que se crean, como el infierno de la pareja, sus desencuentros. Eso me interesa mucho. ¿Por qué a pesar de que se quieren, de que se desean, están separados? No están juntos, y cuando lo están se destruyen en vez de ayudarse a crecer, a desarrollarse. ¿Cuál es el mecanismo interno de eso? Pero también me interesa abordar la cuestión de la violencia, el desamparo, la pobreza.

¿Crees que al escribir debes llevar un mensaje o, por el contrario, se trata nada más de divertir?

Mira, creo que el verdadero arte es ?siempre, siempre, siempre? un cuestionador de la realidad, un transgresor. La sociedad es muy cínica. La gente no cree en nada. Cuando alguien quiere asumir un compromiso automáticamente se le califica de tarado o sospechoso. Pero sea lo que sea ? pintor, escultor o poeta? el artista crea porque está inconforme; crea para completar esa realidad que es imperfecta. Por eso se le s considera creadores.

Pregunta obligada: ¿fuiste lector de niño?

Yo soy un caso raro para mi generación. Aunque estoy marcado definitivamente por la televisión y la cultura pop, tuve la influencia de mi hermano mayor Jorge, quien aunque empezó estudiando psicología, terminó como bibliotecario, así que siempre había libros en la casa.

¿De quién piensas que tienes influencia?

De José Agustín: lo he leído todo. De los latinoamericanos: Cortázar, Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez, Onetti, Borges, Rulfo. Todos los latinos. Siempre he pensado que tienes que leer primero a los escritores de tu lengua. También a los españoles. Después leí a los americanos y a los europeos.

¿Te diviertes cuando escribes?

Sí, aunque también sufro mucho. Me duele todo el cuerpo antes de escribir: la espalda, los brazos. Pero una vez que empiezo, ya encarrerado, me divierto, me río cuando se me ocurre algo, o cuando logro encontrar la construcción exacta de una frase. Me entusiasmo y empiezo a gritar. Me han dicho que tengo una vena humorística, aunque la mayoría de la literatura mexicana es muy seria. Se ponen de guante y corbata para escribir, salvo Ibargüengoitia, José Agustín y Pancho Hinojosa, que es cotorrísimo.

En tus cuentos, cuando los escribes, ya tienes un final planteado?

No, no soy muy esquemático. Sí trato de tener una idea clara, un proceso de figuración. A veces tengo una idea al empezar y resulta que se convierte en otra cosa. Por ejemplo, en uno de mis cuentos, al principio, la idea se trataba de un pergamino escrito por alguien en la época de la Colonia, a quien habían excomulgado por escribir un manual para fornicar con los ángeles; un poco como en Los demonios de la lengua, de Alberto Ruy Sánchez, pero cuando lo estaba escribiendo me empezó a ganar la risa, me quería poner serio y de repente empecé a cotorrear y ya lo de la Colonia se convirtió en el México actual, con todo y Ángel de la Independencia, y pues ya salió así.