martes, abril 12, 2005

El flautista de Hamelin

por Jesús Gómez Morán
(Tercera y última parte, creo)


La división maniquea establecida por el discurso político entre los que denomina como ?ellos? (los malosos) y ?nosotros? (los chidos), tan utilizada por André Manué, es una tanto errónea. En realidad la división más funcional de nuestra clase política actual sería la que a continuación propongo, a saber: los malos (los priistas) y los peores, por tontos (panistas y perredistas). Vista esta situación de manera retrospectiva, parece que fuera menos grave la indeterminación que a principios del actual sexenio había entre si un panista, un priista o un perredista fuera corrupto, deslenguado o dictador de malos chistes: los dones estaban repartidos. En cambio, a raíz del desafuero, se ha configurado una polarización partidista a la cual ha sido arrastrada la sociedad en su conjunto. Decía Denise Maerker hace una semana que ya no podía caber opiniones intermedias: aunque uno fuera mesurado, dijera lo que dijera sería interpretado como proselitismo a favor de uno y otro bando. En función de ello, la postura más congruente de los promotores o ejecutores del desafuero es entonces ?aniquilar? física y/o políticamente a López Obrador y llevar todo este garlito hasta sus últimas consecuencias porque, en caso contrario, corren el riesgo de que los ?aniquilados? sean ellos.
 
Esta lógica del exterminio es un principio político que viene a colación además por las constantes menciones (e igualaciones) que el Peje establece de su persona con don Benito Juárez. Podrá dar la apariencia haber sido inhumano, inclemente y quizá un tanto desproporcionado el castigo ejemplar que dio al ordenar el fusilamiento del emperador Maximiliano, pero política y militarmente hablando fue lo más correcto que pudo haber hecho. En consecuencia (y luego de su discurso en la Cámara de Diputados) hemos de suponer que un criterio igual de inflexible tendrá el flamante Peje si logra colocarse en una situación de poder que se lo permita. Desde luego esto no es una defensa contra los ?desaforadores?: ese castigo bien que se lo habrán ganado a pulso (y todavía falta el factor Cuba, país al que no le vendría mal un régimen aliado, cuando todavía guarda algunas horas de grabación de videos divertidos y harto ilustrativos).
 
En todo caso si la cosa no pasa de ahí, hasta podría declarar mi abierto respaldo al ?Rayito Vengador de Macuspana?: pero he aquí que la situación es harto diferente. Imaginen que López Obrador, luchador contra viento y marea, logra vencer a los detractores del ?proyecto alternativo?: ¿quién lo va a parar entonces? Tan antidemocrático es el desafuero que limita las opciones del electorado, como la concentración del poder en una sola persona. Con la inercia del obstáculo superado, ¿quién será el guapo que se pare frente al ?carro de la justicia social? sin ser atropellado? ¿Qué recurso habrá que le impida rehabilitar políticamente a Bejarano o a Ímaz, para agregarlos a su gabinete junto a toda una sarta de perredistas ilustres? El discurso oficial puede hacer todo el elogio que quiera de Juárez, pero eso no puede borrar de los anales de la historia sus proyectos de exterminio contra indígenas ni sus actitudes dictatoriales para reelegirse (asuntos en los que Porfirio Díaz demostraría ser buen alumno): frente a la versión oficial es factible oponer la de Francisco Bulnes y será en medio de ambos que se localice eso que, más o menos, escurridiza y tan supeditada como está a la hermenéutica y la retórica, podamos nombrar como la ?verdad?.
 
¿Y la gente? Bueno, ése es el único factor que me permite sostener que estas reflexiones no son, por necesidad, pesimistas. Pero tampoco idealicemos, ya que el margen de maniobra no es muy amplio que digamos. Si antes del desafuero el respaldo popular a favor del Peje era inmenso, librado semejante escollo éste será entonces ilimitado. Aquellas voces que, racionalmente hablando, por ser el catalizador de la actual polarización, se opusieron al desafuero están siendo vistas como simpatizantes del Peje (cuando muchas de ellas tendrían una opinión cercana a la del diputado priista, Roberto Campa, en su intervención del jueves pasado). Aquellos promotores del desafuero y del estado de derecha desde luego que no creen en la gente, y por eso buscan la eliminación del ?señor López? en las boletas electorales. Se imaginan que con sus decisiones llevará a los ciudadanos como ratas hipnotizadas por el flautista de Hamelín hasta despeñarse en un abismo. A título personal no puedo desmentir semejante suposición, a menos que la gente decidiera actuar no como ratas ni borregos, sino con criterio, ése que la clase política no conoce ni en sueños. Pero el sueño de la democracia también engendra pesadillas. Eso de que el pueblo no se equivoca es falso: si así no fuera el señor de las botas estaría en el rancho de San Cristóbal y no habrían llegado a puestos de elección pública Félix Salgado Macedonio, Dolores Padierna, José Antonio Ríos Granados, Pancho Cachondo, Juan de Dios Castro, o el diputado Coca, expulsado del PRD por haber sido pescado, en consonancia estupefacientemente, en posesión no de coca sino de mariguana (por no hablar de los priistas, que se cuecen aparte, y lo menos que se puede mencionar es que su prestigio brilla con las manos manchadas de sangre), ni estaría hablando de este prefigurado Frankenstein populista. Lo deseable, frente a tal panorama, sería un mandatario atendiendo las demandas populares y cumpliendo las promesas de campaña (como ciertamente lo ha hecho el Peje), pero con un poder acotado por la clase política, entre ellos, por muy pocas neuronas que tengan, panistas y priistas para evitar la autocracia y la configuración de una institución presidencial monolítica (como si ya de suyo no lo fuera). Esa arenga de ?ni un voto al PRI, ni un voto al PAN? es peligrosa al menos en este sentido. Borrado el sentido crítico y plural no queda mucho espacio hacia dónde hacerse. Sólo (repito) el criterio de la gente puede salvar la actual situación: en su mano está recordarle a quien eleva a la categoría de semidiós, su irreversible condición humana...