martes, abril 12, 2005

Democracia descarrilada

Por CARLOS FUENTES

(Por fin conseguí este artículo, del que muchos habían hablado, pero como apareció en el Reforma, y yo no estoy dispuesto a pagarles ni un peso en la web de esos mercachifles regios, no lo había leído. Apareció en el diario a.m., de Guanajuato)

-Felicidades -me llama por teléfono un amigo suramericano-. Se libraron ustedes de un demagogo.-No, -le respondo-. Nos libramos de una democracia. Pasos inciertos pero vocación cierta. Tradición autoritaria poderosa pero movimiento social incesante. País legal y país real.

Es decir, la transición democrática en México no se inició en 2000 con la elección de Vicente Fox. Ni siquiera se inició en las grandes efemérides de Independencia, Reforma y Revolución.

Se inició, entre otras fechas, con las rebeliones coloniales de los zapotecas en 1709 y la primera de Chiapas que encabezó el protomarcos Sebastián Gómez de la Gloria en 1712. Se inició con la rebelión de la nación india en Izúcar en 1780 y con la de las comunidades afromexicanas en San Lorenzo de los Negros en 1658.

Se inició cuando Sor Juana Inés de la Cruz defendió la condición femenina, cuando un artesano anónimo pintó ángeles indios en Tonantzintla, cuando Juan Pablos trajo la imprenta, Bernardo de Balbuena exaltó nuestra grandeza y Rosas de Oquendo denunció nuestra miseria. Cuando se cantó el primer desafiante corrido, se defendió la continuidad de la cultura agraria o se fundó el primer gremio de artesanos.

El país real ha sido la corriente, el flujo subterráneo del país legal. La ley se obedece pero no se cumple: la consigna virreinal ha sido, casi siempre, la consigna presidencial. Hacer coincidir la realidad y la legalidad, el empeño de la lucha social y política de México: cuando el poder y el pueblo coinciden, el presidente se llama Juárez o Cárdenas. No es la regla. De allí el constante desajuste entre la ciudad -la polis- y la ciudadanía -el civitadunus-.

Largo tiempo le ha tomado a México llegar a una medida de identidad entre el ciudadano y la ciudad, la realidad y la legalidad. Ha privado entre nosotros, en el mejor de los casos, un autoritarismo benévolo, por momentos consensuado pero que no dependió -como siempre ha pretendido el poder- de concesiones graciosas de arriba abajo. Ha dependido de movimientos desde abajo que obligan al poder a actuar de maneras que, dejado a su arbitrio, jamás aceptaría.

Cuanto llevo dicho lo ilustra, en gran medida, el paso de un partido de la oposición al poder. Oposición fueron Madero, que llegó legítimamente a la Presidencia y no supo bien qué hacer con ella. Oposición fue Obregón, que llegó por las armas a la Presidencia y supo muy bien qué hacer con ella. Hoy, la paradoja se repite y acentúa. La oposición de derecha llegó al poder y no supo qué hacer con él. Entonces la derecha del antiguo régimen priísta intervino para darle una clase al bisoño poder panista.

Maquiavelismo de huarache, el que parte del PRI y casi todo el PAN puso en acción para desaforar a López Obrador calza perfectamente con las recomendaciones del florentino. Invoca la virtud para enmascarar la falta de la misma. Usa la máscara de la ley para ocultar tu hipocresía. Emplea la vía scelerata, el camino de la mentira y la traición pero di que obras por necesidad y que tu necesidad es tu virtud. Y no abandones nada a la fortuna. Dura más quien menos depende de la suerte y mejor prepara, maquinándolos, los resultados favorables al Príncipe.

¿Quién es el Príncipe mexicano? ¿El que está en el trono? ¿O el que se esconde detrás del trono? ¿El que ocupa el poder? ¿O el que se prepara para tomarlo? Politólogos más sabios que yo explicarán un día estos enigmas, que Lorenzo Meyer atisba ya en artículo reciente. Madrazo se sirve de Fox para eliminar a López Obrador y ser, Madrazo, el candidato victorioso frente a un Creel disminuido y un López Obrador incapacitado.

La comedia apenas empieza. Pero esta es una farsa que se inicia con un atentado criminal. La víctima es la democracia mexicana, mofada, descarrilada por una sórdida conspiración que no tiene más que un objeto: impedir que López Obrador llegue a la Presidencia.

Distingamos. No hay que ser partidario de López Obrador para defender su derecho a presentarse como candidato en 2006. Incluso se puede ser opositor de López Obrador y amparar su derecho a ser candidato. Pero esa decisión depende de los militantes de su partido, el PRD, y no de una amañada conspiración entre Los Pinos y la cúpula del PRI. Si el proceso político es brutalmente interrumpido para descalificar al candidato que encabeza las encuestas, entonces la legitimidad del sucesor de Fox estará en duda y volveremos a los peores tiempos de la verdad sospechosa.

Por fortuna, hay mexicanos que saben distinguir lo que ocurre. El senador Enrique Jackson (PRI) ha censurado que se utilice la ley ?para cortarle la carrera política a un político que tiene tan altas preferencias, conocimiento y aceptación en el país?. Y Porfirio Muñoz Ledo ve en toda esta machacona insistencia legalista contra López Obrador ?un tono torquemadiano, un sabor fariseo que parece fruto de una maquinación?.

Y es la siempre lúcida Beatriz Paredes (PRI) quien avizora ?un alto costo para la estabilidad? del DF y acaso del país en una confrontación que infla una falta de orden administrativo, lesiona al Poder Judicial y debilita la relación institucional entre niveles de Gobierno. Paredes no exime de responsabilidad a López Obrador por no haber procesado jurídicamente el litigio de El Encino. Pero observa que se trata de un tema jurídicamente menor, ?cuando existen muchos otros asuntos más relevantes por los que no se actúa?.

Beatriz Paredes pone el dedo en muchísimas llagas. El lector conoce perfectamente los casos criminales ?mayores? en los que nadie responsabiliza a nadie. Los mismos actores de delitos ocultos han promovido el desafuero de López Obrador.

Finalmente, le recomiendo a mi amigo suramericano leer el editorial del Washington Post (Abril 6 de 2005) en el que, estando en total desacuerdo con la ideología de López Obrador, el gran diario estadounidense declara con firmeza: ?La manera de detener a este popular político -López Obrador- no consiste en excluirlo del voto mediante una triquiñuela legal. El caso contra el Alcalde es baladí?. Y prosigue: ?Si al señor López Obrador se le impide competir por la Presidencia, entonces... México regresará a la época en que fue Gobernado por el fraude y por la fuerza: el siguiente Presidente se verá desacreditado en su país (México) y en el extranjero?.

El Post termina exhortando a los legisladores para que ?no comentan una injusticia?. Too late.