miércoles, diciembre 29, 2004

Embriagaos



A propósito de un post del siempre lúcido Humphrey Bloggart (http://humphreybloggart.blogspot.com/2004/12/disertaciones-sobre-la-inocencia.html)
una selección finañera del infame Charles Baudelaire):

Embriagaos

Hay que estar siempre ebrio. Nada más; esta es toda la cuestión. Para no sentir el peso horrible del tiempo, que os quiebra la espalda y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin parar.

¿De qué? De vino, de poesía o de virtud, como queráis. Pero embriagaos.

Y si alguna vez, en las escaleras de un palacio, en la verde hierba de una zanja, en la soledad sombría de vuestro cuarto, os despertáis, porque ha disminuido o ha desaparecido vuestra embriaguez, preguntad al viento, a las olas, a las estrellas, a los pájaros, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que gira, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle qué hora es; y el viento, las olas, las estrellas, los pájaros, el reloj, os contestarán: "¡Es la hora de embriagarse!" Para no ser los esclavos martirizados del tiempo, embriagaos; embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud, como queráis.

El extranjero

-¿A quién quieres más, enigmático? Dime: ¿a tu padre, a tu madre, a tu hermana o a tu hermano?
-No tengo padre, ni madre, ni hermana, ni hermano.
-¿A tus amigos?
-Utiliza usted una palabra cuyo sentido desconozco hasta ahora.
-¿A tu patria?
-Ignoro en qué latitud se encuentra.
-¿A la belleza?
-La amaría con gusto, diosa e inmortal.
-¿Al oro?
-Lo odio como usted odia a Dios.
-¿Pues qué amas entonces, raro extranjero?
-Amo las nubes... las nubes que pasan... allá arriba... allá arriba, ¡las maravillosas nubes!

El perro y el frasco

"Perrito mono, perrito bueno, perrito mío, ven aquí y aspira este excelente perfume que he comprado en la mejor perfumería de la ciudad."

Y el perro, moviendo el rabo, lo que, según tengo entendido, en estos pobres seres equivale a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone, curioso, su húmedo hocico sobre el frasco destapado; luego retrocediendo de pronto asustado, empieza a ladrarme a modo de reproche.

-"¡Ay, miserable perro!; si te hubiera ofrecido un paquete de excrementos lo habrías olfateado con deleite y quizás devorado. En eso, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público a quien no hay que ofrecer nunca perfumes delicados que le exasperan, sino basuras cuidadosamente escogidas."

El albatros

En ocasiones, por divertirse,
los hombres de la tripulación capturan albatros,
grandes pájaros de los mares que persiguen,
como involuntarios compañeros de viaje,
al navío que atraviesa por amargos abismos.

En cuanto los sueltan sobre la cubierta,
estos reyes del cielo, torpes y avergonzados,
cuelgan lastimosamente sus enormes alas blancas
como remos pendiendo de sus costados.

¡Qué torpe y débil se observa el alado viajero!
Hace poco tan bello, ahora ¡qué cómico y qué feo!
Uno le provoca golpeando el pico con su pipa,
otro imita, tropezando, al volador en el suelo.

El Poeta semeja al príncipe de las nubes
que frecuenta la tempestad y se mofa del arquero;
condenado en el suelo por los abucheos,
sus alas de gigante le impiden caminar.