lunes, noviembre 15, 2004

La generación literaria del chat


Por Rubén Rivera Sinaloa

En este momento, ¿quién se ha dado cuenta de que estamos en el siglo XXI? Es necesario preguntarnos por ese futuro nuestro lleno de tranvías plateados, aire limpio, artefactos tecnológicos superavanzados que Héctor Lechuga utilizaba para dispensar salsa verde. Todavía estamos esperando a los braceros gringos. Pero eso no importa, como decía Víctor Luna: el futuro es más ilusorio que una cerveza gratis en una cantina. Ese futuro que nos prometieron hoy, en el siglo XXI, acomete una preteridad tan triste que nos hace pensar en la imposibilidad del chat: el hombre -y esta es otra cita de Víctor Luna- nunca ha podido comunicarse; sus diálogos son más incoherentes que los de los borrachos. Estamos condenados, como Hamlet, a un largo monólogo. Y Máximo Pacheco, hermeneuta profesional, recomendaba espiar a esos filósofos que parlotean sobre el ser y la nada de café en café.

La importancia del chat radica en el rescate del arte de la escritura. Les regaló una predicción: en los años que vienen -y el que tenga ojos que vea, y el que tenga oídos que escuche- la literatura, sobre todo los versos, será escria por demasiados (penintenciagite Lautréamont).

Un filólogo borracho tuvo un hijo. El pequeño creció. Entonces le dio por hacerla de poeta porque se había caído de la cuna. A todas las palabras les encontraba orígenes fantásticos; por ejemplo: a la palabra huevón, afectando idiosincrasias gramaticales, le encontraba no se sabe qué impío significado semejante a güevón; es decir, poeta. Pero el omelette no se le acompletaba (aclaro, es otra cita: el poeta Gilberto Cabanillas afirma: "Se necesitan dos huevos para guisar un omelette"). ¿Qué tiene que ver un omelette con Internet y la literatura? Que nuestro poeta descendiente de filólogo le encuentra, agregándole una "r", un significado parecido al correo electrónico.

Ahora me pregunto: ¿cuánto tardará en aparecer el Choderlos de Laclos de la generación del chat? Permítanme contestar: en cuanto el lenguaje del chat se depure; casi al mismo tiempo en que los guijolos fumen, aparecerá entonces un escritor de esa talla y la literatura privada de los bloggers podrá ser compartida con los lectores comunes.

Si el lenguaje es propiedad del pueblo, la masa, los internautas, esta responsabilidad tenemos como poetas con pedigree: salvar a la literatura de los cibernautas y de los ciberasnos con alas que no saben volar. No es posible traducir a Homero o al Qujiote a esa jerga horrible que hace de la K el prototipo del poder sintético de la lengua española. La literatura y el libro, como la cerveza y el tarro, son un complemento tan natural que ni el chat ni el correo electrónico podrán suprimirlos. El chat seduce por lo inmediato. El hombre está tan solo que una carta escrita a cada segundo por diversos remitentes implica compañía, popularidad, amor. Estamos tan necesitados de amor que hemos inventado el cibersexo, la ciberpoesía, y pronto reconoceremos que existe ya la cibermuerte. De la ciberestupidez no sé nada; no es mi fuerte.

La inmediatez del chat condena a su literatura al limbo del periodismo, este periodismo particular, propio de tres o cuatro, o cuando mucho cinco, que necesita de noticias escandalosas, pornografía barata y notas sobre ovnis. La gran literatura no necesita de grandes adelantos tecnológicos. Gutenberg y sus letras de madera ríen. Inventen de nuevo algo semejante en importancia a la pluma y el papel, entonces podrá empezarse una literatura: la pluma con la que el hombre escribe se parece aún a la pluma con la que el ave vuela.

Dice Mario Anteo: "La Red está llena de navegantes que perdieron la brújula y ahora viajan sin rumbo y sin recordar la finalidad de su partida". Estos Ulises sin Ítaca ni Penélope no tienen razón para su viaje, no son viajeros de verdad: están extraviados, son fugitivos de la imaginación y de la vida; su viaje se resuelve en una especie de voyeurismo invertido: quieren ver escribir y verse escribir para tener la certeza de que aún no se pueden comunicar con el otro, el que nos da "plena existencia2, como dijo el poeta Octavio Paz.

Indudablemente la Red influirá en el estilo literario, pero será en el de la generación del chat, aquellos escritores (porque tenemos que reconoce que la generación del chat eppur scribe) que quieren la libertad a pesar de sacrificar la inteligencia.

(Texto leído en el II Festival de la Literatura del Noroeste, en Tijuana, BC, el 12 de noviembre de 2004)