jueves, julio 15, 2004

Centenario luctuoso de Chéjov


Por andar metido en otras cosas, se me pasó recordarles que se cumplieron cien años del fallecimiento del gran Anton Chéjov, genio cuentista y dramaturgo, a quien todos deberíamos leer y a quien todos los escritores deberíamos desmenuzar para aprenderle algo.

Me fusilo la nota de ayer en La Jornada:

Se cumple un siglo de la muerte de Chéjov, ''un escritor para el alma''

El autor de El jardín de los cerezos revolucionó el drama y el cuento
''La medicina es mi esposa legal, la literatura es mi amante'', escribió en 1888
Es el más sutil analista de las relaciones humanos, definió Virginia Woolf

DPA


Moscu, 13 de julio. La tumba de Anton Chéjov en Moscú es conmovedoramente sencilla. Sobre la lápida blanca, las hojas de un arce y un abedul procuran algo de sombra. Hace cien años, el 15 de julio de 1904, el escritor ruso murió de tisis en el balneario alemán de Badenweiler, en la Selva Negra.

El sabio y divertido Chéjov sólo vivió 44 años, pero su obra significó a escala mundial el salto a la modernidad, tanto para el drama como para el cuento.

A ratos, junto a la tumba del narrador ruso en el cementerio moscovita del monasterio de Novodevichi, suenan los clicks de varias cámaras fotográficas de turistas. Luego vuelve el silencio.

''Qué tumba tan modesta'', murmura un visitante. Un recorrido por el cementerio atraviesa la cultura y la historia rusas. Cerca de Chéjov descansa el escritor Nicolás Gogol, y un poco más allá están enterrados los compositores Serguei Prokofiev y Dimitri Shostakovich. También el líder soviético Nikita Jrushov y la esposa de Mijail Gorbachov, Raissa.

Llevó al escenario el tema del zarismo

''Chéjov es un escritor para el alma'', sostiene la moscovita Yelena Sorokina en su visita a la tumba. Ella estima sobre todo sus obras de teatro: La gaviota, El tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos.

Llevó al escenario a figuras de los últimos años del zarismo, pero sus personajes siguen pareciendo modernos en la actualidad. ''Es el más sutil analista de las relaciones humanas'', señaló la escritora inglesa Virginia Woolf sobre Chéjov.

Sus héroes tragicómicos hablan entre ellos sólo de manera indirecta. Sienten que su forma de vida quedó superada, pero no tienen fuerzas, atrapados en sus mentiras vitales, para comenzar de nuevo. ''¿Por qué no vivimos tal como podríamos vivir?'', hace decir Chéjov a uno de sus personajes en Platonov.

Escritura aguda y condensada

El profundo conocimiento humano de Chéjov surgió de su profesión: era médico. Nació el 17 de enero de 1860 en una familia pobre de la ciudad de Taganrog, en el sur de Rusia. Tuvo que alimentar a sus padres y hermanos y al principio se ganó la vida como médico y colaborador de revistas de humor.

''La medicina es mi esposa legal, la literatura es mi amante'', escribió Chéjov en 1888. En las revistas de humor se entrenó en la escritura aguda y condensada, que marcaría su estilo como escritor maduro. ''Por el constante miedo a escribir superficialidades, caigo en el extremo''.

Los últimos años de su vida, enfermo de los pulmones, los pasó en Yalta, en la península de Crimea, en el Mar Negro.

''Escribía de una forma tan viva'', dice la profesora de historia Natalia Teplizkaia de la ciudad siberiana de Omsk. ''Adoro su sentido del humor''.

Teplizkaia muestra a su nieto Alexander la tumba de Chéjov. El adolescente enumera todos los relatos que debe leer estas vacaciones de verano como tarea: La dama del perrito, El hombre enfundado, etcétera.

Los relatos breves de Chéjov relevaron en la literatura rusa a las grandes novelas de Fedor Dostoyevski y León Tolstoi. ''Sin falsa modestia, puedo asegurar que él, Chéjov, sabe mucho más de técnica que yo'', dijo Tolstoi.

Y el alemán Thomas Mann reconoció que ''lo breve y condensado'' en Chéjov ''puede superar en intensidad artística a lo grande, a la obra monumental''. En la literatura inglesa, George Bernard Shaw, J.B. Priestley y William Somerset Maugham fueron influenciados por Chéjov.