jueves, mayo 20, 2004

La conjura de los macuarros III: Ejemplos célebres


Brozo, el papirrín de la macuarriza

Cuando pienso en el concepto de macuarro, siempre me viene a la mente la imagen de Chucho, un cuate con el trabajaba en la GET (Gran Empresa de Telecomunicaciones). Es un tipo chaparrito, moreno, de rasgos gruesos, nariz ancha y ojos pequeños, pero sobre todo destacaba por sus pelos rebeldes, lo que provocó que pronto lo apelaramos "El Púas" o mejor: "El Chaquiras". Hagan de cuenta como Juan Osorio, el productor de Televisa al que la jinetera Niurka le puso el cuerno. Todos los días hacía como dos horas de camino desde su casa en Ixtapaluca (por Texcoco) hasta el sur de la ciudad, donde estaban las oficinas. Se dedicaba al asunto de las encuestas y era muy bueno en su ramo, pero estaba negado para la comunicación verbal, pues sólo podía articular cosas parecidas a gruñidos y monosílabos. La suerte quiso que Chucho llegara al puesto de gerente (por default, pues a su jefe lo corrieron por una transa con unas notas de estacionamiento).

Cierto día, estábamos en una junta con los tipos de mercadotecnia todos ellos yuppies güeros, trajeados y arrogantes, con el cabello engominado y actitud de perdonavidas. Total, al término de la junta, donde nos habían puesto como dados por errores en un reporte, Chucho salió con actitud inexplicablemente triunfante. Le pregunté por qué estaba tan contento, si no nos había ido nada bien. Entonces asumió la posición de la conocida "Roque-señal" y exclamó, con talante eufórico: "Sí, cabrón, nos la metieron, pero se las dejamos bien cagada".

Ésa es, para mí, la filosofía alrededor de la cual gira la vida del macuarro.

El macuarro no necesariamente es alguien sin talento. Muchas veces es alguien talentoso y que sobresale por encima de los demás. El problema con el macuarro es que, a pesar de ese reconocimiento, él mismo no se lo reconoce. Cualquier cosa que haga es mínima y sin importancia: lo que quiere el macuarro es, siempre, lo que tienen los demás, y que él no tiene ni tendrá nunca. Que es, vuelvo a repetir, ESTILO.

En la primera parte de esta serie de posts, aparece el macuarro más macuarro que haya pisado la faz de la tierra: Cuauhtémoc Blanco. Desde luego, todo mundo lo envidia: por su talento futbolístico, por lo que gana y por las viejas que se ha cogido. Pero eso a él lo tiene sin cuidado, él lo que quiere es que todo mundo lo reconozca, no por eso, sino por tener estilo, por ser alguien reconocido. Él quisiera tenerlo TODO, no nada más dinero y buenas pieles. Él quisiera tener cultura, facilidad de palabra, ángel, carisma, charming, como quiera que le llamen a tener estilo.

Tener talento no es lo mismo que tener estilo. Hay personas con estilo que no tienen absolutamente ningún talento. ¿Ejemplos? La mayoría de los que aparecen en las secciones de sociales de los periódicos y en las "revistas del corazón", como les dicen los mamilas gachupines. O como Rebeca de Alba, que no sabe hacer nada, pero sabe dárselas de mujer "con estilo". Ahora, hay también personas muy talentosas que no tienen ni peregrina idea de lo que es el estilo. Como Albert Einstein. Pero eso no los convierte automáticamente ser macuarros. Hay algo más.


Cuauhtémoc, el macuarro incorregible

El macuarro, decíamos, "persiste en su ser". En su afán desmedido por hacerse de un estilo, dilapida su talento, no lo cultiva, lo descuida y termina por ser cada vez más macuarro; es decir, termina convertido en un macuarro total, sin estilo y sin ningún talento. Es lo que ha pasado con Cuauhtémoc Blanco. OK: hubo un momento en que fue "el mejor jugador de México" (ahorita mismo no lo es). Lo mandan a España ¿y qué pasa? Lo lesionan arteramente y se la pasa en la banca. ¿No puede haber más mala suerte? Sin embargo, en lugar de luchar contra la adversidad y salir adelante, el macuarro se deprime (el macuarro es un depresivo crónico) y se encierra en sí mismo (en sus fases más extremas, el macuarro puede hundirse en el autismo).

Noten el drama: Blanco siente que no es nadie y en España se esmeran en corroborárselo. Ergo: se ennoncha y quiere regresar de inmediato a México, donde lo reconocen un poquito como alguien, aunque él siga sintiéndose nada. Un círculo vicioso.

Pero dejemos al supermacuarro y veamos el caso de la pareja presidencial. ¿Vicente Fox califica como macuarro Sorprendentemente, aunque ha llegado a manifestar serias conductas rayanas en la macuarrez, Chente no es macuarro 100% puro. Es, simple y sencillamente, un ranchero con suerte, un hacendado provinciano que de repente se metió a la política y la supo hacer a lo grande. Fox siempre ha tenido estilo, siempre ha sido él, siempre ha tenido carisma. El problema es cuando quiere renunciar a ese estilo y trata de adoptar lo que no es. Algunas veces se ha visto obligado por las circunstancias y no se ha podido adaptar a ellas, pero la gran mayoría de las veces en que ha actuado macuarramente ha sido por influencia de la mujer más macuarra de México: la primera dama, Martita Sahagún.


"Ay, Vizente, qué macuarro erez"

Ya lo ha dicho La Loaeza: a Marta la soportan las señoras ricas porque es la esposa del presidente. Si no lo fuera, no la dejarían ni tocar el timbre de sus mansiones, aunque se estuviera pudriendo en billete. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque no tiene estilo y cree que eso se puede comprar. No, amiguitos: el estilo se desarrolla, no se compra. Muy su bronca si ella cree que con ropa cara, cirugías plásticas y botox (infuenciada por la segunda mujer más macuarra del país, que es la maestra Elba Esther Gordillo) podrá algún día tener estilo. El problema es que el dinero que gasta proviene de los impuestos que pagamos, queramos o no, muchos mexicanos.

Así, llegamos al macuarro más famoso e influyente de México en la actualidad: Brozo, el payaso tenebroso. ¿Cuál es la razón de su éxito? Que Víctor Trujillo supo inventar un personaje que es el sueño más grande de toda la macuarrada que habita este país y, en general, el planeta entero.

Diseccionemos, pues, a Brozo, el personaje (porque Víctor Trujillo, la persona, es otra cosa; aunque pensándolo bien, si tiene alma macuarra, pues de otra forma no se explica que los conozca tan bien, pero ha sabido sobreponerse a ello y superarlo):

Su nombre y maquillaje es una plagio-adaptación macuarra del mayor payaso del mundo: Bozo. Es Brozo, es de la "broza", que es el sustantivo que denomina a la colectividad de macuarros, como manada a los perros y parvada a los pájaros.

Habla y se comporta como macuarro. Dice groserías, alburea, insulta sin recato. Puede ser macuarro cuando sea y como sea, sin ninguna restricción. Alardea de su origen lumpen: su mamá, prostituta, lo tuvo en la cárcel (¿De dónde creen? ¡De Tijuana!) y lo abandonó. Él llegó al DF en su busca, pero cree que fue de las primeras muertas de Juárez. Es borracho, drogadicto y obsesionado con el sexo. Las mujeres se le rinden y da a entender que goza de los favores de dos de las mujeres más deseadas de la historia de la televisión: la Secre Isabel Madow y la Becaria Evelyn. Los políticos tiemblan cuando los entrevista (y más después de lo de René Bejarano, el político de izquierda más macuarro de la historia de la humanidad y del universo).

¿Qué más puede desear un macuarro? Ser alguien. Brozo es "ALGUIEN" a pesar de ser un macuarro. La paradoja es que es un personaje, algo inventado, una máscara con estilo, una máscara macuarra con estilo. Un verdadero contrasentido andante, por eso resulta tan fascinante para todo mundo, incluso para los que no son macuarros.