miércoles, abril 21, 2004

"Macho, macho man, I wanna be a macho man!"


Nótese la panza chelera del apache

Ayer en la noche andaba zappeando en la tele, cuando de pasada escuché al insoportable Adal Ramones presentando a Village People. Me estacioné en el 5 y me dio lo que se llama "pena ajena", al constatar los estragos que hace el tiempo, pero sobre todo la falta total de dignidad a la que puede llegar alguien cuando necesita dinero y la aceptación bovina que ejerce un público atado a la nostalgia.

¿Quiénes son los que pagan por ver a esos pellejos y retazos con hueso contonearse al ritmo de "YMCA"? De seguro alguien que no ha superado adecuadamente la adolescencia y se regodea en los recuerdos de una época que, si bien no fue mejor, por lo menos era menos ojeta que la actual.

Nótese en la foto la panzota de Felipe Rose, el puertoriqueño que la hace de apache. Carajo, pudo haberse puesto a dieta para enfrentar la gira. En tanto, el que la hace de militar ni siquiera puede moverse ya a la hora de bailar.

Cuando estaba en sexto de primaria estalló la ola disco. Todos queríamos ser John Travolta y todas querían ser Olivia Newton John. Como era malo para la bailada, decidí hacerme el indispensable en las fiestas del salón y yo llevaba el estéreo y ponía los discos.

Así empecé mi incipiente colección de 45's, con puros éxitos de la época disco: Gonzalez (No he dejado de bailar), Claudja Barry (Zapatos de Boogie Oogie), Freddie James (Levántate y baila), Gloria Gaynor (Sobreviviré), Patrick Hernández (Nacido para estar vivo), Donna Summer (Last dance), Rick Dees y su banda de tontos (¡La canción del pato!), Lipps Inc. (Diseñador de música), Lime (Tu amor), Anita Ward (Toca mi campana) y tantas y tantas rolas con las que los alumnos del tercero D regamos la polilla por cuanta sala o patio se dejara.

En un festival escolar bailamos "Macho man", y entonces no sabíamos inglés, por lo que en realidad nos tenía sin cuidados que esos tipos tan machotes fueran gayos de pelea. Incluso ahora mismo me vale saberlo, pero...

¿Quién diablos se creen estos bultos decadentes para venir a echarme a perder los recuerdos dorados de mi adolescencia? Carajo, que alguien les haga entender que la explotación mercenaria de la nostalgia tiene sus límites.