lunes, abril 12, 2004

Cine Permanencia Voluntaria

Como era sábado y además de Gloria (Gaynor), mi batimente dedujo que la ciudad estaría vacía y decidí encaminarme al cine. En efecto, llegué en 20 minutos y los cines todavía ni abrían.

Comento las películas en estricto orden de aparición ante mis ojos:

Elephant



Muy libremente basada en la masacre de Columbine, esta cinta de Gus Van Sant es una obra de arte incómoda, cuestionante, que te deja perplejo en el momento, sin saber qué pensar, pero conforme vas pensando más y mas en ella te van cayendo los veintes. No es un alegato de denuncia como el documental (soberbio) de Michael Moore, pero muestra las posibilidades (gracias a Dios) que artísticamente le quedan al cine.

Vale la pena reseñarla con amplitud.

La película empieza con unas tomas del cielo y los árboles, para luego caer en un automóvil a la deriva, en un típico suburbio gringo. Sin rumbo, el carro le da en la madre a otros autos estacionados. Se sube a la banqueta y se detiene. Del auto se baja un rubicundo y carilindo adolescente y le da un vistazo a los rayones del carro. Comenta que su mamá se va a encabronar. Se dirige al lado del conductor y le dice a… ¡su papá que ahora él maneja! El papá está evidentemente borracho perdido. Llegan a la escuela y el chavo le habla a su hermano para que pase a recoger a su papá, que no puede manejar en ese estado. En eso llega el director de la escuela y le dice al chavo que pase a su oficina porque está castigado por llegar tarde. Resignado, el chavo camina por los pasillos de la escuela, vacía a esas horas aún.

Desde aquí nos damos cuenta de que las cosas no funcionan ni bien ni de la manera en que deberían, aunque parezca un día de lo más normal.

Otro chavo, anda tomado fotografías y les pide a unos punks que posen para él en el pasto. Los punks le dicen que si no prefiere que se desnuden y el chavo contesta que no, que mejor nomás así. Les toma las fotos y se alejan. El chavo se va al laboratorio de foto de la escuela y se pone a revelar las fotos. En el camino se cruza con el rubilindo y le toma una foto.

También aparece un guapito, atleta, que todas las chavas se quieren tirar y que anda en busca de su noviecita, la niña linda de la clase, que además es celosísima y ya hasta se cacheteó a una tipa que se le quedó viendo a su galán. Todo esto lo sabemos por el chisme que se traen tres niñas pendejas y buenísimas que más se tardan en almorzar que irse al baño a vomitar.

A estas alturas la película nos empieza a inquietar debido a que la cámara parece andar a la deriva, sin destino fijo, como si no supiera quién es el personaje principal de la historia, los sigue como si en ese momento decidiera “ahora vamos detrás de éste, a ver qué hace”. Lo único que nos indica algo de la intención del director es que cada vez que sigue a un personaje por unos momentos aparece su nombre en un fondo negro.

La cámara sigue a los personajes tratando de emular la perspectiva de los juegos de video, de ésos donde andas por las largos pasillos buscando monstruos a los cuales acribillar. Los personajes se cruzan e intercambian palabras, pero en realidad todo mundo parece andar ensimismado en sus propios problemas. No se siente una verdadera comunicación de nadie con nadie. Hasta la cámara se siente así. Por ejemplo, cuando las niñas lindas y estúpidas están platicando durante el almuerzo, la cámara no enfoca a la que habla sino a las que escuchan o se distrae tomando a los demás chavos en el comedor escolar.

También aparece la típica ratona de biblioteca con lentes y toda la cosa, que no se pone shorts para salir a la clase de gimnasia y por lo cual se burlan de ella en el vestidor las buenísimas e imbéciles. Aparece también otro chavito, insignificante, a quienes los tipicos gandallas le avientan porquería en la cara durante la clase sin que el maestro diga nada. El chavo se va a limpiar al baño y luego se va al comedor, pero no a alamorzar sino a tomar notas en una libretita. Alguien le pregunta qué hace y dice que es para “su plan”. Entonces lo vemos en su casa ejecutando virtuosamente a Beethoven en el piano, hasta que llega otro cuate y practica un videojuego violento en la computadora mientras el otro toca “Para Elisa”. Ven documentales sobre Hitler en la tele, compran un rifle por Internet y se quedan dormidos leyendo manuales sobre explosivos.

Una escena clave para entender la película es una discusión en un salón (la única donde se ve a los alumnos en clase y con un maestro, porque los adultos, o están borrachos o dándose un toque, como los cocineros del comedor, o reprendiendo a los alumnos) donde el maestro pregunta: ¿Se puede saber que alguien es homosexual nada más por verlo caminar en la calle? Los alumnos argumentan a favor o en contra, pero la verdadera pregunta, para los fines de la película, es: ¿Se puede saber que un alumno de secundaria va a masacrar a toda la escuela nada más porque le gustan los videojuegos violentos o porque toca celestialmente a Beethoven?

Los chavos insignificantes se meten a bañar juntos y se besan, quizá no sólo por homosexuales sino porque quieren sentir algún tipo de contacto humano antes de morir. Se acicalan como Rambo, cargan sus mochilas con armas y llegan a la escuela. En la entrada se encuentran al rubicundo y le dicen que mejor se vaya porque la cosa se va a poner fea.

Y como van: entran a la biblioteca y acaban con todos; al comedor y lo mismo. Matan al director no sin antes echarle un sermón sobre hacerle caso a los alumnos cuando vayan a decirle que otros chicos los están molestando. Entonces aparece un chavo negro (el único, por cierto, de la película) que nadie había visto antes. Camina por los pasillos, siguiendo el sonido de los disparos, se para enfrente de los chavos armados y se lo echan, sin más. La película termina con el chavo insignificante encontrando a la parejita de novios guapitos en el congelador de la cocina y jugando al “de tin marín” para decidir a quién mata primero.

Se supone que el título de la película tiene que ver con un cuento budista. Lo transcribo a continuación para luego continuar con la reseña:

Érase una vez seis hombres sabios que vivían en una pequeña aldea. Los seis sabios eran ciegos. Un día alguien llevó un elefante a la aldea. Los seis sabios buscaban la manera de saber cómo era un elefante, ya que no lo podían ver.
—Ya lo sé —dijo uno de ellos—. ¡Palpémoslo!.
—Buena idea —dijeron los demás.
—Ahora sabremos como es un elefante.
Así, los seis sabios fueron a "ver" al elefante. El primero palpó una de las grandes orejas del elefante. La tocaba lentamente hacia adelante y hacia atrás.
—El elefante es como un gran abanico —gritó el primer hombre. El segundo tanteó las patas del elefante:
—Es como un árbol— exclamó.
—Ambos estáis equivocados —dijo el tercer hombre—. El elefante es como una soga. Éste le había examinado la cola.
Justamente entonces el cuarto hombre que examinaba los finos colmillos, habló:
—El elefante es como una lanza.
—No, no —gritó el quinto hombre—. Él es como un alto muro. Había estado palpando el costado del elefante. El sexto hombre tenía cogida la trompa del elefante.
—Estáis todos equivocados —dijo—. El elefante es como una serpiente.
—No, no, como una soga.
—Serpiente.
—Un muro.
—Estáis equivocados.
—Estoy en lo cierto.
Los seis hombres se ensalzaron en una interminable discusión durante horas sin ponerse de acuerdo sobre cómo era el elefante.


Para empezar: ¿cómo es posible que seis hombres tan sabios no supieran cómo era un elefante, aunque no lo pudieran ver? Entonces no eran tan sabios. Luego, aunque no lo pudieran ver ni ponerse de acuerdo sobre cómo era verdaderamente el elefante, lo importante es que el elefante estaba ahí, en medio del cuarto, ocupando el espacio, causando problemas, pero los “sabios” estaban más preocupados en imponer su punto de vista (o de no-vista, en este caso) sobre cómo es un elefante, que en tratar de sacarlo del cuarto.

Pues es lo mismo con la violencia en las escuelas o (para el caso da lo mismo) con cualquier problema que existe en la sociedad norteamericana, llámese terrorismo, migrantes, drogadicción o corrupción. Todos saben que está ahí, que es gigante, pero nadie lo ve de tan grande que es, o lo ve parcialmente, desde su perspectiva particular y trata de imponerla a los demás, en lugar de reconocer el problema y hacer algo para resolverlo.

La película ganó muy merecidamente la Palma de Oro del Festival de Cannes del año pasado. Los mamones críticos cinematográficos consideraron la película “aburrida”. En un despacho de la agencia EFE en ese entonces, se puede leer:

“El más criticado por los profesionales fue el estadounidense "Elephant", de Gus Van Sant, que propone un incoherente drama sobre la violencia que de tiempo en tiempo ensangrenta los institutos educativos de su país.

“De "Elephant", lo único interesante que se puede decir es el origen del título. Se basa en una antigua parábola budista del siglo II antes de Cristo. Un grupo de ciegos examina a un elefante. Cada uno de ellos investiga una parte y, sólo una, la que tiene más cerca. Para los que estudian las patas, por ejemplo, el elefante es un árbol, para los que tuvieron en sus manos la cola, es una cuerda, y así sucesivamente.

“El realizador estadounidense eligió este título para mostrar que el problema del origen de la violencia en los institutos es algo difícil de identificar y que depende del punto de vista que se utilice.

“Sin embargo, la película no ofrece ninguna clave para desentrañar la causa de los asesinatos que de tiempo en tiempo tienen lugar en los centros educativos de EEUU.

“La cámara sigue a varios estudiantes que ingresan en el edificio, documenta sus movimientos, sus conversaciones intrascendentes, sus actividades escolares. Todas estas acciones son excesivamente largas y confusas, ya que los puntos de vista y los tiempos en los que ocurren, cambian a menudo.

“El resultado en un filme aburrido y previsible que ignora la sutileza y que muestra, en última instancia, que el terrorismo que Estados Unidos busca fuera de sus fronteras está dentro de ellas. Los actores, no profesionales, cumplen su trabajo sin excesivo entusiasmo.


Quiero poner énfasis en dos puntos de estas idioteces perpetradas por los “críticos”:

1) ¿Quién dice que el arte (pensando en el cine, o en específico en esta película, como una forma de arte) debe “ofrecer claves para desentrañar las causas” de lo que sea? El artista ofrece, nada más y nada menos, su visión artística sobre una realidad o una circunstancia que toma como punto de partida. Esta visión artística se concreta cuando en la obra el artista logra integrar armónicamente la forma con el fondo o contenido de lo que quiere expresar. Y esta película por eso es una obra de arte. Logra integrar artísticamente la forma y el fondo. Un ejemplo: cuando sigue a los personajes por los pasillos de la escuela desde una perspectiva parecida a los juegos de video, como diciendo: “Vamos a ver el mundo de la misma manera en que la ven ellos”. La forma (el encuadre, la toma) se integra al fondo (la visión tipo videojuego) y ahí está la visión artística. Es un ejemplo burdo pero creo que funciona para ilustrar el punto. Al espectador le corresponde sacar sus propias conclusiones a partir de lo que le muestra el artista.

2) La otra estupidez tiene que ver con que las acciones de la película son “excesivamente largas y confusas, ya que los puntos de vista y los tiempos en los que ocurren, cambian a menudo”, y con que es un filme “previsible que ignora la sutileza”. ¿Pues no resulta que la gran mayoría de los críticos cinematográficos se pasan la vida renegando de las “fórmulas” probadas de los estudios gringos, de las películas donde todo se le da al espectador procesado y masticado, para que simplemente lo acepte sin ningún cuestionamiento? Uno de los aciertos de la película es precisamente ése: que no asume un punto de vista único, autoritario, como sucede con casi todas las películas (ya lo dijo Jim Morrison: el cine es el arte más totalitario), que deja abierta la interpretación y que corresponde al espectador desentrañarla.

Por otra parte, hacía mucho tiempo que no admiraba una película tan sutil como ésta, después de la obscenidad de Irresistible y La Pasión de Gibson. Van Sant no se regodea en la violencia ni en la sangre, todo sucede con un distanciamiento pasmoso, la masacre tiene el mismo tono cotidiano que la plática en el almuerzo y por eso resulta doblemente escalofriante, no hay gritos ni actitudes heróicas. Los que se salvaron, pues ya se salvaron, y los que no, pues, lástima, ya les tocaba. Si eso no es sutileza, entonces ya no sé entonces de qué chingados hablan esos “críticos’.

En un día cualquiera en cualquier secundaria gringa, ¿quién podría haber predicho la masacre de Columbine? Nadie, porque todos estaban ciegos, a pesar de que tenían el elefante ante sus narices y lo habían palpado, pero nadie hizo nada por detenerlo.

Les Invasions Barbares




No sabía que esta película ganó el premio de la crítica del mismo festival de Cannes y el Oscar a la mejor película extranjera. No me extraña. Es el tipo de película que les gusta a las europeos, debido a su ácida crítica al american way of life. También es el tipo de películas que a mí me gustan, pero por otras razones. Me gustan las películas que ponen énfasis en las relaciones humanas, en la forma en que las personas se relacionan, en las redes que forman los sentimientos entre las personas. Y de eso trata esta película, auqnue también se da tiempo, como en toda gran obra de arte, para reflexionar de otras cosas, como de la política actual y la situación económica de Canadá, por ejemplo.

La historia es sencilla: Remy, un viejo maestro de historia, cae enfermo, al parecer de cáncer terminal, en un hospital público (que por cierto se parece mucho a los del Seguro Social de México), dado que no tiene dinero. Su ex esposa se comunica con el hijo de ambos, un exitoso broker que vive en Londres para que venga a Canadá. El hijo se traslada y lo quiere llevar a Estados Unidos a que lo traten, pero Remy se niega. Entonces, el hijo decide sobornar a los directivos del hospital y a los del sindicato para que acondicionen un piso abandonado del hospital para que Remy esté más a gusto. Las escenas resultan hilarantes de tan conocidas para nosotros. Uno que piensa que tenemos el monopolio de la corrupción. La emperifollada directora del hospital dice, al abrir el folder atiborrado de billetes: “¿Qué se cree? Esto no es el tercer mundo”. Finalmente, termina aceptando el soborno.

El siguiente paso es que el hijo reúne a los amigos y amantes de Remy para que lo vean por última vez. Se la pasan bomba recordando sus vidas y pasando revista a sus errores de juventud. Sin embargo, los dolores son intensos y el doctor le recomienda que le inyecten heroína. El hijo se pone en contacto con la hija de una amante de Remy que es yonqui (y está bellísima, por cierto) y así consigue la droga.

Finalmente, Remy decide dar fin a su agonía con una sobredosis de heroína rodeado de sus amigos y frente al lago que tanto amó.

La crítica a la situación actual del mundo es abierta y contundente. Pero lo más interesante es su apología al dinero. En efecto, el dinero se ha convertido en lo más importante, pero entonces hay que utilizarlo en cosas importantes, como por ejemplo darle un poco de alegría a un moribundo, que tuvo errores y fallas, pero que también fue querido y apreciado.

Una escena desgarradora es cuando tres de sus alumnos lo van a ver al hospital. Salen y afuera el hijo de Remy les entrega el dinero pactado para que lo fueran a ver. Uno de los alumnos, una chica, decide no aceptar el dinero. Y el hijo, sin el menor dejo de vergüenza, les dice a los otros dos si ellos se van a repartir lo de su compañera. La chica se aleja pensativa y silenciosa.

Esa chica representa la esperanza de que no siempre el dinero terminará comprando la integridad de las personas. Y por eso vale la pena intentar seguir luchando por ser íntegro, aunque a veces no se pueda o la presión sea tanta que no se tenga el valor y el coraje para resistir.

First 50 dates

Una comedia con Adam Sandler, que no es muy santo de mi devoción, pero había que hacer tiempo para ver la siguiente. No resultó tan mala, sobre todo por el tema: una chica (Drew Barrymore, que parece que sí puede actuar), debido a un accidente, pierde la memoria de corto plazo y está condenada a creer que siempre es el mismo día domingo en que sucede el percance. Se trata de una mezcla de El día de la marmota y Memento, pero en todo de comedia romántica. Como siempre, lo que más llama la atención es el planteamiento de qué sucedería si no pudiéramos recordar lo que acabamos de vivir. Estaríamos condenados a repetir lo mismo. O a lo mejor no: todos nuestros días serían diferentes, o creeríamos que son diferentes, porque no tenemos recuerdo de que ya lo vivimos.

Underworld




Me llamó la atención desde que vi los cortos. Y sí, los efectos son impresionantes, pero es una mezcla entre Matrix, El Cuervo, X-Men y Blade. Leo que los creadores de Masquerade demandaron al estudio porque se fusilaron la trama del famoso juego de rol y, en efecto: si uno no es fan de ese tipo de imaginería, la película se alarga mucho y le quedan a uno muchos cabos sueltos. Kate Beckinsale es mucho más guapa que Trinity, aunque a veces se sobreactúa. Leí también que luego de ver el éxito de la función de estreno, los productores autorizaron una secuela y hasta una precuela. O sea, tendremos franquicia inframundesca para rato.

Ya escucho relamerse los colmillos a todos los darketos de la comarca.

Función especial

El viernes anterior fui a ver Dawn of the dead. Me gustó el planteamiento (sin que yo recordara haber visto la original de George A. Romero), pero siento que el guionista y el director se quedó corto. En lugar de soltarse el chongo y empezar a delirar, con cosas tipo El despertar del diablo, se puso en plan serio y desperdició la oportunidad de hacer una verdadera sátira social aderezada de salpicadero sangriento sin fin y cerebros muertos estallando a balazos. Con decirles que hubo momentos en que me eché mis cabeceadas, de tan aburrida. En fin…