Lo pequeñas que son nuestras almas...
Hacemos un dramón porque en un articulito un imbécil nos manda a callar...
Le mentamos la madre a un tipo que ni conocemos y lo retamos a golpes porque lo que escribe nos parece una estupidez...
Tiramos netas sobre todo (lo absoluto y lo relativo, lo profundo y lo banal) con una facilidad y una soberbia escalofrantes...
Armamos una bronca porque no nos ponemos de acuerdo a qué lugar ir a emborracharnos...
Observamos en cadena nacional el cinismo y la estupidez de los políticos y sólo los reprobamos con un movimiento de cabeza y les agradecemos que nos den un buen tema de plática para la sobremesa...
Soportamos escuchar una y otra vez en el radio la voz de una mujer en el momento de que pierde la vida a causa de un bombazo en la estación de trenes...
Y no se nos ocurre más que sumergirnos en nuestra vidita cotidiana (la única que nos han hecho creer que merecemos), y sólo preocuparnos por nuestras pertenencias, nuestras ocupaciones, nuestro status, nuestra parcelita de poder, nuestro limitado mundito, donde nos sentimos seguros y cobijados...
¿Se han puesto a pensar de que cabe la nada remota posibilidad de que Dios nos haya abandonado desde hace mucho, al ver lo miserable que le salió su creación, y que desde entonces le importamos un bledo?
No crean, a veces, no sólo lo pienso sino que tengo la certeza.
Dios: si todavía andas por ahí, ¿por qué no jalas la cadena de una vez y empiezas todo de nuevo? Ya lo hiciste en los tiempos de Noé y resultó. No veo por qué no puedas hacerlo otra vez.
Ante tanta barbarie, yo sólo tengo que pedirle que antes de que mande todo a la mierda, me permita escribir un par de novelas, leer unos cuantos libros más, que haga entrar en razón a esa mujer que se resiste a entender que nadie la podrá amar tanto como yo, que me dé chance de conocer algunos lugares de Europa, admirar en vivo unas cuantas pinturas y obras de arte y ver en persona a Juliette Binoche.
Después puede hacer lo que quiera.
Pero no: Dios ya no toma llamadas ni contesta correos electrónicos ni lee blogs.
Lástima. Tenemos que seguir viviendo...
Le mentamos la madre a un tipo que ni conocemos y lo retamos a golpes porque lo que escribe nos parece una estupidez...
Tiramos netas sobre todo (lo absoluto y lo relativo, lo profundo y lo banal) con una facilidad y una soberbia escalofrantes...
Armamos una bronca porque no nos ponemos de acuerdo a qué lugar ir a emborracharnos...
Observamos en cadena nacional el cinismo y la estupidez de los políticos y sólo los reprobamos con un movimiento de cabeza y les agradecemos que nos den un buen tema de plática para la sobremesa...
Soportamos escuchar una y otra vez en el radio la voz de una mujer en el momento de que pierde la vida a causa de un bombazo en la estación de trenes...
Y no se nos ocurre más que sumergirnos en nuestra vidita cotidiana (la única que nos han hecho creer que merecemos), y sólo preocuparnos por nuestras pertenencias, nuestras ocupaciones, nuestro status, nuestra parcelita de poder, nuestro limitado mundito, donde nos sentimos seguros y cobijados...
¿Se han puesto a pensar de que cabe la nada remota posibilidad de que Dios nos haya abandonado desde hace mucho, al ver lo miserable que le salió su creación, y que desde entonces le importamos un bledo?
No crean, a veces, no sólo lo pienso sino que tengo la certeza.
Dios: si todavía andas por ahí, ¿por qué no jalas la cadena de una vez y empiezas todo de nuevo? Ya lo hiciste en los tiempos de Noé y resultó. No veo por qué no puedas hacerlo otra vez.
Ante tanta barbarie, yo sólo tengo que pedirle que antes de que mande todo a la mierda, me permita escribir un par de novelas, leer unos cuantos libros más, que haga entrar en razón a esa mujer que se resiste a entender que nadie la podrá amar tanto como yo, que me dé chance de conocer algunos lugares de Europa, admirar en vivo unas cuantas pinturas y obras de arte y ver en persona a Juliette Binoche.
Después puede hacer lo que quiera.
Pero no: Dios ya no toma llamadas ni contesta correos electrónicos ni lee blogs.
Lástima. Tenemos que seguir viviendo...
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