domingo, marzo 21, 2004

El placer magistral

Pocas cosas en la vida resultan tan satisfactorias como enseñarle algo nuevo a alguien. Y no necesariamente me refiero a enseñar en el aula (que también me llena de gozo; me revitaliza cada vez que logro encender la chispa de la curiosidad en la mente de quienes me escuchan dar clase). Pero es aún más gratificante enseñar cosas sobre la vida, cosas que no se aprenden ni en la escuela ni en los libros, y saber que esa enseñanza marcará para siempre la vida de esa persona, sobre todo si esa persona es sensible y sabe aquilatar el conocimiento.

Todo eso me pasó durante la semana y me hizo sentirme muy bien. Creo que así debe sentirse un buen padre cuando se da cuenta de que le ha enseñado algo valioso a su hijo.

Como yo he decidido no tener hijos, tengo alumnos y discípulos. Algunos me han decepcionado, varios se han querido pasar de listos y otros, los menos, aquilatan verdaderamente lo poco o mucho que yo les pueda enseñar.

Algo verdaderamente valioso entre tanta estupidez que se tiene que soportar casi a diario.