Salchichas y el corazón secreto de Canetti
Leí una entrevista con Heriberto Yepez a propósito de su nueva "novela" El matasellos. Dice que dicen que es "una anti-anti-novela". Esto me recordó que hace como 20 años leí un artículo en una revista donde decían que Raúl Velasco era un "verdadero anti-anti", o sea, "un salchichista". ¿Será eso mismo lo que propone el tijuanense en su nuevo libro? ¿Será el terrible Hache Yepez "el nuevo Raúl Velasco de la literatura mexicana"? Vaya uno a saber. Tendré que esperar a leerlo.
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Uno de los riesgos de vivir en un rancho con aspiraciones de país como lo es México, es que nos enteramos de todo lo que sucede en otras partes del mundo con bastante retraso (más o menos como 50 años después) y luego de que adoptamos esas cosas atrasadas andamos pavonéandonos por la vida como si estuviéramos a la última moda. Y si vivimos en una garita con aspiraciones de ciudad a tiro de piedra del imperio más poderoso que ha conocido la historia de la humanidad, pues nomás por puro contagio nos sentimos tan poderosos y arrogantes como ellos. Sin serlo, y con nulas esperanzas de alguna vez llegar a parecernos un poco. Desde luego, me refiero a las cosas positivas, porque las cosas negativas las adoptamos de inmediato.
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Leí un ensayo sobre Elías Canetti en el nuevo libro de José Antonio Lugo, titulado Caligrafías, y me dieron ganas de releer algunas de las obras de este escritor búlgaro, como sus ensayos de La conciencia de las palabras, sus aforismos de El corazón secreto del reloj y ese monumento novelístico que es Auto de fe. Lo que no había leído eran sus libros autobiográficos. El ensayo de Lugo cuenta que Canetti se enamoró sin ninguna esperanza de Anna Mahler, la hija de Gustav y Alma. Pobre, Elías. Se entusiasmó porque Anna le dijo que le había gustado Auto de fe y pensó que eso significaba que le había gustado él.
La cosa es que me entero también que Canetti dejó establecido que sus obras inéditas, cuadernos de notas, apuntes, etcetera, se publicaran ¡hasta el año 2024! En espera de esa fecha, los materiales se encuentran guardados en un bunker bajo tierra. Estaba tan seguro de que lo que había escrito era valioso que no le importaba que se editara inmediatamente después de su muerte.
Buscando por la red, me encontré con un interesante ensayo de José María Pérez Gay (http://www.nexos.com.mx/internos/saladelectura/ladesconfianzadelaposteridad.asp) sobre Canetti que acompaña la traducción de algunos fragmentos del quinto volumen de aforismos del autor de El otro proceso de Kafka
Me doy cuenta entonces que todas estos jueguitos blogueros y globeros de la "escritura fragmentaria", la "intertextualidad" y demás paparruchas de moda no son nada nuevo, y que hoy le tendrían sin cuidado a Canetti, pues él ya las ejercía en sus cuadernos de notas desde hace, fácil, 40 ó 50 años.
Y nosotros acá, en el rancho más grande y atrasado del planeta, sintiéndonos "modernos", "posmodernos", "contemporáneos" y "anti-anti".
Para que se den un quemón del talento y la altura intelectual de Canetti, que no necesitaba andarse sintiendo moderno ni posmoderno, sino sólo un gran escritor, transcribo algunos fragmentos del mencionado libro. Queda con ustedes el genio de Canetti:
La mayor parte de los hombres —dijo él— no son sino esclavos de una antigua desdicha que desconocen.
* * *
Mi biblioteca —miles de volúmenes que me propongo leer— crece diez veces más rápido de lo que puedo leer. He intentado hacerla crecer para que sea como un universo en el cual encuentre todo. Pero este universo crece de manera caótica y vertiginosa. Se encuentra en una expansión constante, siento su crecimiento en mi propio cuerpo. Todo libro nuevo que coloco en sus estantes provoca una pequeña catástrofe universal. Sólo cuando los libros nuevos parecen ordenarse entre los otros, y por un momento desaparecen, vuelve la quietud.
* * *
Hoy leí bien a Maquiavelo. Por primera vez me atrapó realmente. Leo sus libros con frialdad y sin amargura. Me llama la atención que Maquiavelo estudie el poder del mismo modo como yo estudio a las multitudes: consideramos el objeto de nuestro estudio sin prejuicios. Las ideas de Maquiavelo nacen de su trato personal con los poderosos y de sus lecturas. Lo mismo puede decirse, mutatis mutandis, de mi proyecto. Como todo individuo de nuestro tiempo, conozco toda la variedad de las multitudes. En una lectura sin fin, intento obtener una idea de las multitudes lejanas y cercanas. Debo leer mucho más que Maquiavelo: su pasado es la antigüedad, Roma sobre todo. Mi pasado abarca todo lo que implica un conocimiento. Pero creo que lo leemos de la misma manera: dispersos y concentrados al mismo tiempo. Las manifestaciones semejantes las descubrimos por todas partes. Por lo que se refiere a las multitudes, no tengo los prejuicios de antes: no son buenas ni malas, sencillamente están ahí, eso es todo. Me resulta insoportable la ceguera conque hemos vivido frente a ellas. Si no estuviese interesado en el estudio del poder, tendría una relación más limpia con Maquiavelo. Aquí se cruzan nuestros caminos de una manera más íntima y complicada. Para mí, el poder es todavía el mal absoluto. Y sólo desde esa perspectiva puedo estudiarlo. Si leo a Maquiavelo, mi enemistad con el poder se adormece. Pero se trata de un sueño ligero, del cual siempre despierto a gusto.
* * *
Yo no he descubierto a mis poderosos en la ancha avenida de los ejércitos. Cuanto más se menciona a un hombre poderoso, tanto más difícil me resulta acercarme a él. Desconfío de la posteridad que se funda en acciones pretéritas, pero sobre todo desconfío del éxito. Las obras de los grandes personajes —sus textos— las puedo examinar como las obras de cualquier persona. ¿Pero cómo examinar acciones pasadas? Sólo existe la prueba de las opiniones en torno a los hechos. No les rehuyo. Pero no les creo, ni los admiro.
* * *
A los vivos que conocemos bien siempre tenemos algo que reprocharles; a los muertos siempre les agradecemos que no nos prohiban el recuerdo.
* * *
¿La persona que no asesina puede conseguir algo? Hay sólo un poder más poderoso que matar: resucitar a los muertos. Me consumo por ese poder. Por él daría todo, hasta mi propia vida. Pero no lo tengo, por eso no tengo nada.
Julio César, que indultó a muchos, sabía también de ese poder. Así se explica su furia cuando le informan del suicidio de Catón.
* * *
Por la tarde, leyendo el Julio César de Plutarco, sentí un verdadero placer por el asesinato. Cuando los conjurados se le van encima, cuando uno tras otro hunden los puñales en su cuerpo, cuando él intenta escapar a sus cuchillos como un "animal salvaje", sentí una suerte de excitación jubilosa. No le tuve la menor lástima. La ignorancia de este animal monstruoso e inteligente no me ablandó. Por su ceguera irremediable, Julio César pagó un poco de su culpa a todos aquellos que atrapó deslumbrándolos.
* * *
Debes leer también a tus contemporáneos. Uno no puede alimentarse sólo de raíces.
* * *
Necesito chamanes nuevos. Antepasados nuevos. Destinos nuevos.
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Uno de los riesgos de vivir en un rancho con aspiraciones de país como lo es México, es que nos enteramos de todo lo que sucede en otras partes del mundo con bastante retraso (más o menos como 50 años después) y luego de que adoptamos esas cosas atrasadas andamos pavonéandonos por la vida como si estuviéramos a la última moda. Y si vivimos en una garita con aspiraciones de ciudad a tiro de piedra del imperio más poderoso que ha conocido la historia de la humanidad, pues nomás por puro contagio nos sentimos tan poderosos y arrogantes como ellos. Sin serlo, y con nulas esperanzas de alguna vez llegar a parecernos un poco. Desde luego, me refiero a las cosas positivas, porque las cosas negativas las adoptamos de inmediato.
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Leí un ensayo sobre Elías Canetti en el nuevo libro de José Antonio Lugo, titulado Caligrafías, y me dieron ganas de releer algunas de las obras de este escritor búlgaro, como sus ensayos de La conciencia de las palabras, sus aforismos de El corazón secreto del reloj y ese monumento novelístico que es Auto de fe. Lo que no había leído eran sus libros autobiográficos. El ensayo de Lugo cuenta que Canetti se enamoró sin ninguna esperanza de Anna Mahler, la hija de Gustav y Alma. Pobre, Elías. Se entusiasmó porque Anna le dijo que le había gustado Auto de fe y pensó que eso significaba que le había gustado él.
La cosa es que me entero también que Canetti dejó establecido que sus obras inéditas, cuadernos de notas, apuntes, etcetera, se publicaran ¡hasta el año 2024! En espera de esa fecha, los materiales se encuentran guardados en un bunker bajo tierra. Estaba tan seguro de que lo que había escrito era valioso que no le importaba que se editara inmediatamente después de su muerte.
Buscando por la red, me encontré con un interesante ensayo de José María Pérez Gay (http://www.nexos.com.mx/internos/saladelectura/ladesconfianzadelaposteridad.asp) sobre Canetti que acompaña la traducción de algunos fragmentos del quinto volumen de aforismos del autor de El otro proceso de Kafka
Me doy cuenta entonces que todas estos jueguitos blogueros y globeros de la "escritura fragmentaria", la "intertextualidad" y demás paparruchas de moda no son nada nuevo, y que hoy le tendrían sin cuidado a Canetti, pues él ya las ejercía en sus cuadernos de notas desde hace, fácil, 40 ó 50 años.
Y nosotros acá, en el rancho más grande y atrasado del planeta, sintiéndonos "modernos", "posmodernos", "contemporáneos" y "anti-anti".
Para que se den un quemón del talento y la altura intelectual de Canetti, que no necesitaba andarse sintiendo moderno ni posmoderno, sino sólo un gran escritor, transcribo algunos fragmentos del mencionado libro. Queda con ustedes el genio de Canetti:
La mayor parte de los hombres —dijo él— no son sino esclavos de una antigua desdicha que desconocen.
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Mi biblioteca —miles de volúmenes que me propongo leer— crece diez veces más rápido de lo que puedo leer. He intentado hacerla crecer para que sea como un universo en el cual encuentre todo. Pero este universo crece de manera caótica y vertiginosa. Se encuentra en una expansión constante, siento su crecimiento en mi propio cuerpo. Todo libro nuevo que coloco en sus estantes provoca una pequeña catástrofe universal. Sólo cuando los libros nuevos parecen ordenarse entre los otros, y por un momento desaparecen, vuelve la quietud.
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Hoy leí bien a Maquiavelo. Por primera vez me atrapó realmente. Leo sus libros con frialdad y sin amargura. Me llama la atención que Maquiavelo estudie el poder del mismo modo como yo estudio a las multitudes: consideramos el objeto de nuestro estudio sin prejuicios. Las ideas de Maquiavelo nacen de su trato personal con los poderosos y de sus lecturas. Lo mismo puede decirse, mutatis mutandis, de mi proyecto. Como todo individuo de nuestro tiempo, conozco toda la variedad de las multitudes. En una lectura sin fin, intento obtener una idea de las multitudes lejanas y cercanas. Debo leer mucho más que Maquiavelo: su pasado es la antigüedad, Roma sobre todo. Mi pasado abarca todo lo que implica un conocimiento. Pero creo que lo leemos de la misma manera: dispersos y concentrados al mismo tiempo. Las manifestaciones semejantes las descubrimos por todas partes. Por lo que se refiere a las multitudes, no tengo los prejuicios de antes: no son buenas ni malas, sencillamente están ahí, eso es todo. Me resulta insoportable la ceguera conque hemos vivido frente a ellas. Si no estuviese interesado en el estudio del poder, tendría una relación más limpia con Maquiavelo. Aquí se cruzan nuestros caminos de una manera más íntima y complicada. Para mí, el poder es todavía el mal absoluto. Y sólo desde esa perspectiva puedo estudiarlo. Si leo a Maquiavelo, mi enemistad con el poder se adormece. Pero se trata de un sueño ligero, del cual siempre despierto a gusto.
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Yo no he descubierto a mis poderosos en la ancha avenida de los ejércitos. Cuanto más se menciona a un hombre poderoso, tanto más difícil me resulta acercarme a él. Desconfío de la posteridad que se funda en acciones pretéritas, pero sobre todo desconfío del éxito. Las obras de los grandes personajes —sus textos— las puedo examinar como las obras de cualquier persona. ¿Pero cómo examinar acciones pasadas? Sólo existe la prueba de las opiniones en torno a los hechos. No les rehuyo. Pero no les creo, ni los admiro.
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A los vivos que conocemos bien siempre tenemos algo que reprocharles; a los muertos siempre les agradecemos que no nos prohiban el recuerdo.
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¿La persona que no asesina puede conseguir algo? Hay sólo un poder más poderoso que matar: resucitar a los muertos. Me consumo por ese poder. Por él daría todo, hasta mi propia vida. Pero no lo tengo, por eso no tengo nada.
Julio César, que indultó a muchos, sabía también de ese poder. Así se explica su furia cuando le informan del suicidio de Catón.
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Por la tarde, leyendo el Julio César de Plutarco, sentí un verdadero placer por el asesinato. Cuando los conjurados se le van encima, cuando uno tras otro hunden los puñales en su cuerpo, cuando él intenta escapar a sus cuchillos como un "animal salvaje", sentí una suerte de excitación jubilosa. No le tuve la menor lástima. La ignorancia de este animal monstruoso e inteligente no me ablandó. Por su ceguera irremediable, Julio César pagó un poco de su culpa a todos aquellos que atrapó deslumbrándolos.
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Debes leer también a tus contemporáneos. Uno no puede alimentarse sólo de raíces.
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Necesito chamanes nuevos. Antepasados nuevos. Destinos nuevos.
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