viernes, febrero 13, 2004

Cedo la palabra al poeta

En estos días no he tenido muchas ganas de escribir. He andado algo ocupado con la vida, así que le cedo la palabra a Gonzalo Rojas, enorme chileno, gran poeta, hombre único. (El de Las hermosas, indudablemente, se lo dedico a la Lola, de Argentina, y el de Orquídea por supuesto que a L.)

Aquí pueden encontrar una gran antología de sus poemas.

OSCURIDAD HERMOSA

Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano te he sentido.

Palpitante,
no sé si como sangre o como nube errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.

Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.


LAS HERMOSAS

Eléctricas, desnudas en el mármol ardiente
que pasa de la piel a los vestidos,
turgentes, desafiantes, rápida la marea,
pisan el mundo. Pisan la estrella de la suerte
con sus finos tacones y germinan.
Germinan como plantas silvestres en la calle,
y echan su aroma duro verdemente.

Cálidas impalpables del verano
que zumba carnicero.
Ni rosas ni arcángeles: muchachas del país,
adivinas del hombre,
y algo más que el calor centelleante,
algo más, algo más que estas ramas flexibles
que saben lo que saben como sabe la tierra.

Tan livianas, tan hondas, tan certeras las suaves.
Cacería de ojos azules y otras llamaradas urgentes
en el baile de las calles veloces.
Hembras, hembras en el oleaje ronco
donde echamos las redes de los cinco sentidos
para sacar apenas el beso de la espuma.


¿QUÉ SE AMA CUANDO SE AMA?

Qué se ama cuando se ama, mi Dios:
la luz terrible de la vida o la luz de la muerte?
Qué se busca, qué se halla, qué es eso: amor?
Quién es? La mujer con su hondura,
sus rosas, sus volcanes,
o este sol colorado que es mi sangre furiosa
cuando entro en ella hasta las últimas raíces?

O todo es un gran juego, Dios mío, y no hay mujer
ni hay hombre sino un solo cuerpo: el tuyo,
repartido en estrellas de hermosura,
en partículas fugaces
de eternidad visible?

Me muero en esto, oh Dios, en esta guerra
de ir y venir entre ellas por las calles,
de no poder amar trescientas a la vez,
porque estoy condenado siempre a una,
a esa una, a esa única
que me diste en el viejo paraíso.


RETRATO DE MUJER

Siempre estará la noche, mujer,
para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener
tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono
para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte;
por eso estoy llamándote en el aire
para no decirte nada, como dicen en el vacío:
nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes,
eso que nunca me entiendes
nunca, aunque las venas te arden
de eso que estoy diciendo.
Ponte el vestido rojo
que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
con la herida visible de tu belleza.
Lástima de la que llora y llora en la tormenta.
No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro
en un relámpago tal como eres:
dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz de arcángel y una boca de animal,
y una sonrisa que me perdona, y algo sagrado
y sin edad que vuela en tu frente, mujer,
y me estremece,
porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata
con su espuma, y te quedas como inmóvil,
oyendo que te llamo en el abismo de la noche,
y me besa lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás.
No volarás conmigo.
Aquí mujer, te dejo tu figura.


ENIGMA DE LA DESEOSA

Muchacha imperfecta
busca hombre imperfecto de 32,
exige lectura de Ovidio, ofrece:
a) dos pechos de paloma,
b) toda su piel liviana para los besos,
c) mirada verde para desafiar el infortunio
de las tormentas;
no va a las casas
ni tiene teléfono, acepta
imantación por pensamiento.
No es Venus;
tiene la voracidad de Venus.


ORQUÍDEA

Bonito el color del pelo de esta señorita,
bonito el olor a abeja de su zumbido,
bonita la calle,
bonitos los pies de lujo bajo los dos
zapatos áureos, bonito el maquillaje
de las pestañas a las uñas, lo fluvial
de sus arterias espléndidas,
bonita la physis y la metaphysis
de la ondulación, bonito el metro
setenta de la armazón, bonito el pacto
entre hueso y piel, bonito el volumen
de la madre que la urdió flexible y la
durmió esos nueve meses, bonito el ocio
animal que anda en ella.