sábado, enero 17, 2004

Parte de guerra I

La bronca de utilizar el blog como una bitácora (o cuaderno virtual) es que a veces no le da a uno tiempo de mantenerlo con la debida continuidad. Así que tendré que apelar a la comprensión de los dos lectores que tiene este espacio, ya que rendiré un informe de lo sucedido en la semana conforme me vaya dando mi soberana y dictatorial gana (ni modo).

Ayer.

Hubo fiesta. Despedida de compañeras de oficina. Como se pidió que cada quien llevara el pomo que se fuera a tomar, yo llevé dos de vino tinto y un cartoncito de cerveza Casta (la mejor cerveza del mundo), A. llevó otro cartón, así que me las tuve que tomar todas. No tomé vino porque no le quería mezclar (en Navidad me puse mal del estómago y vomité por andarle mezclando con cerveza, vino tinto y ron; háganme el refavrón cabor). Pero como no he dormido bien en la semana, como a las dos de la mañana caí jetón en uno de los sillones de la sala. Entre sueños oí que algunos se traían un desmadrito y todos se fueron como a las seis y media. Yo me salí a las ocho de la mañana y me jetié hasta ahorita que escribo esto.

Antier.

Fui al Fondo de Cultura Económica, hasta el Ajusco, a dejarle al Alacrán Arriaga ejemplares de las revistas y suplementos donde me publicaron cuentos durante el 2003 (La Jornada Semanal, Arena y La Risa de la Hiena; nada mal para un escritor inédito aún. Por cierto: ya se puede ver la portada de mi primer libro en la página de PlanC Editores, ahora nomás falta tenerlo en mis manos), a fin de que los tome en cuenta en la edición de Los mejores cuentos mexicanos del año, que publica Editorial Planeta/Joaquín Mortiz, y cuya selección le tocó ahora a Eduardo Antonio Parra (a quien no me han presentado, aunque sí lo conozco nomás de vista). Nomás por puritita probabilidad tendría que figurar un cuento mío, pero ya veremos.

El buen Alacrán, además, me presentó con Victor Manuel Torres, jefe de prensa del FCE, quien me dio la nueva edición de los cuentos completos de Juan García Ponce, que es el primer volumen de sus obras reunidas: edición a todo lujo, en gran formato, a lo mejor JGP sí la alcanzó a ver en vida, a lo mejor no.

Antes de antier.

Comí con L. en El Péndulo de La Condesa. Bellísima, llegó tarde, pero no importó. La disfruté durante casi tres horas. Dejó que la chuleara y le besara la mano. Soy un pendejo romántico irremediable. Verónica me regañó cuando le conté, pero ni modo. Todos estos días me la he pasado pensando nada más en ella. Dice Truman Capote que si deseas algo con el sufienciente ardor lo consigues sea lo que sea, pero hay que desearlo en verdad y concentrarse en eso las 24 horas del día. Si lo haces lo consigues. Yo deseo a L. desde hace casi 19 años, quizá no la he conseguido porque no la he deseado lo suficiente, pero ahora sí. La deseo con toda el alma. Es la mujer que deseo para mí, ya, sin ningún tipo de duda. Tendré entonces que concentrarme en ello.

De ahí me fui al Milenio Diario, a entrevistarme con el Cartujo, José Luis Martínez, para ver la posibilidad de colaborar en el suplemento del periódico. Me encargó un ensayo sobre la prosa de Gilberto Owen. Afortunadamente desde hace años he leído muchas cosas sobre los Contemporáneos (el primero que me atrajo fue Jorge Cuesta), así que sólo será cuestión de releer para refrescar la memoria y a darle. Curioso que últimamente me encarguen cosas sobre ellos: ya salió algo sobre Villaurrutia, tengo que entregar otro sobre Novo en El Correo del Maestro y ahora lo de Owen.

A inicios de semana.

Me pasé la noche en casa de A. Parece que la telenovela en que se había convertido su vida ha llegado a su fin. Lloramos, bebimos vino, nos consolamos. Después de tantas broncas, creo que nos llevamos mejor como buenos amigos.

El día de ahoy

En fin, mucho que leer y escribir, y yo con demasiado sueño. Tengo que administrar mejor mi tiempo para cumplir con todo.