A la memoria del monstruo y maestro Hugo Argüelles
Hace unas horas me enteré de la muerte de Hugo Argüelles a través del correo de Edgar. Aún sin digerirlo totalmente he querido escribir esto para dejar testimonio de mi gratitud para con el monstruo y maestro que fue el gran Hugo Argüelles.
Argüelles fue mi maestro de Escritura Dramática en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Fue el último semestre que impartió en plenitud de facultades, pues los siguientes apenas y podía hablar cunado se se presentaba a clases. Me tocó disfrutar y padecer sus clases. Y digo disfrutar y padecer porque era un verdadero placer escucharlo, pero también era un suplicio desear que nunca se diera cuenta de que uno estaba ahí presente para no ser objeto de su ira o, peor, de sus inclementes ironías y sarcasmos.
Yo nunca hablé en sus clases. Si acaso pregunté alguna duda. Temía abrir la boca, cagarla y ser objeto de su lengua implacable. Aún hoy me considero un neófito en cuestiones teatrales, pero todo lo que sé de teatro se lo debo a sus clases, a sus recomendaciones y a sus obras. Los apuntes de sus clases me siguen sirviendo para aclarme dudas a la hora de escribir porque son verdades eternas sobre la creacion, testimonios genuinos del quehacer de un artista que tenía la suficiente generosidad como para compartir con una bola de alumnos imbéciles sus secretos creativos.
Argüelles era implacable con la estupidez y la blandenguería, que era lo que más odiaba en la vida. Las leyendas de sus berrinches, pleitos y arrebatos son míticas. Todo el que lo conoció tiene una para contar. También las historias de sus preferencias sexuales, sus amantes, sus amistades y sus rencores. Pero ahora todo eso ya no importa. Argüelles se ha ido y lo que queda es su obra, una de las más grandes obras dramatúrgicas que se han hecho en este país. Y también queda su legado como maestro e impulsor de talentos y vocaciones.
Aunque yo no sea dramaturgo (aún), Argüelles me enseñó muchas más cosas acerca de lo que significa ser artista en un mundo como éste. Recuerdo sobre todo dos cosas que dijo en sus clases (parafraseo lo dicho por él):
* El verdadero artista no crea para la masa sino para un puñado de elegidos que, como él, entienden lo que el artista tiene que decir. Son apenas unos cuantos los que levantan la mano y le dicen al artista: "Yo sí sé de lo que estás hablando".
* El sistema siempre trata de acabar con el verdadero artista, porque le resulta incómodo. Primero lo ignora y lo ningunea, para que se desanime y se dedique a otra cosa. Si el artista sobrevive y sigue de necio, entonces el sistema trata de coptarlo, de comprarlo para que trabaje para él. Pero si el artista resiste y se niega a venderse, si sobrevive y logra hacer una obra que valga la pena, el sistema termina por respetarlo y reconocerlo, lo homenajea y le deja hacer lo que quiera.
Hugo Argüelles siempre escribió para un puñado de elegidos que, como él, sabíamos de lo que hablaba, y supo soportar las presiones del sistema y el sistema terminó postrándose a sus pies, respetándolo y reconociéndolo. El maestro Argüelles vivió como quiso e hizo con su vida lo que quiso. Su ejemplo es un ejemplo de valor, de coraje y de libertad. Nada menor en un mundo donde casi todos terminan vendiéndose por cinco pesos o un poquito de fama.
Descanse en paz, maestro Hugo Argüelles.
Argüelles fue mi maestro de Escritura Dramática en la Escuela de Escritores de la SOGEM. Fue el último semestre que impartió en plenitud de facultades, pues los siguientes apenas y podía hablar cunado se se presentaba a clases. Me tocó disfrutar y padecer sus clases. Y digo disfrutar y padecer porque era un verdadero placer escucharlo, pero también era un suplicio desear que nunca se diera cuenta de que uno estaba ahí presente para no ser objeto de su ira o, peor, de sus inclementes ironías y sarcasmos.
Yo nunca hablé en sus clases. Si acaso pregunté alguna duda. Temía abrir la boca, cagarla y ser objeto de su lengua implacable. Aún hoy me considero un neófito en cuestiones teatrales, pero todo lo que sé de teatro se lo debo a sus clases, a sus recomendaciones y a sus obras. Los apuntes de sus clases me siguen sirviendo para aclarme dudas a la hora de escribir porque son verdades eternas sobre la creacion, testimonios genuinos del quehacer de un artista que tenía la suficiente generosidad como para compartir con una bola de alumnos imbéciles sus secretos creativos.
Argüelles era implacable con la estupidez y la blandenguería, que era lo que más odiaba en la vida. Las leyendas de sus berrinches, pleitos y arrebatos son míticas. Todo el que lo conoció tiene una para contar. También las historias de sus preferencias sexuales, sus amantes, sus amistades y sus rencores. Pero ahora todo eso ya no importa. Argüelles se ha ido y lo que queda es su obra, una de las más grandes obras dramatúrgicas que se han hecho en este país. Y también queda su legado como maestro e impulsor de talentos y vocaciones.
Aunque yo no sea dramaturgo (aún), Argüelles me enseñó muchas más cosas acerca de lo que significa ser artista en un mundo como éste. Recuerdo sobre todo dos cosas que dijo en sus clases (parafraseo lo dicho por él):
* El verdadero artista no crea para la masa sino para un puñado de elegidos que, como él, entienden lo que el artista tiene que decir. Son apenas unos cuantos los que levantan la mano y le dicen al artista: "Yo sí sé de lo que estás hablando".
* El sistema siempre trata de acabar con el verdadero artista, porque le resulta incómodo. Primero lo ignora y lo ningunea, para que se desanime y se dedique a otra cosa. Si el artista sobrevive y sigue de necio, entonces el sistema trata de coptarlo, de comprarlo para que trabaje para él. Pero si el artista resiste y se niega a venderse, si sobrevive y logra hacer una obra que valga la pena, el sistema termina por respetarlo y reconocerlo, lo homenajea y le deja hacer lo que quiera.
Hugo Argüelles siempre escribió para un puñado de elegidos que, como él, sabíamos de lo que hablaba, y supo soportar las presiones del sistema y el sistema terminó postrándose a sus pies, respetándolo y reconociéndolo. El maestro Argüelles vivió como quiso e hizo con su vida lo que quiso. Su ejemplo es un ejemplo de valor, de coraje y de libertad. Nada menor en un mundo donde casi todos terminan vendiéndose por cinco pesos o un poquito de fama.
Descanse en paz, maestro Hugo Argüelles.
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