Llego el puente y nos alevanto
¿Cómo estuvo la cosa? Ah, sí. El viernes en la tarde me fui a comer, a Perisur. El tráfico estaba hecho un asco, la locura previa al puente de fiestas patrias. Como ya traía dinero, se me metió el diablo y me compré libros y un disco, la nueva antología de los Doors, cuyo único chiste es que trae la versión completa de estudio de "La celebración del lagarto", y es lo que estoy escuchando precisamente ahorita. Al regresar a la oficina me entero que siempre si habría puente, es decir, lunes y martes.
Decidí entonces llamarle a Alberto para echarnos un trago y platicar sobre el bisne editorial. El maldito se puso rejego porque la noche anterior y la anterior se la había pasado de farra (es entendible porque está a punto de ser papá). Lo convencí pero me tardé años en llegar porque el tráfico, en Coyoacán, se pone del asco.
Finalmente, llegué y nos fuimos a la cantina que está a la vuelta de su casa. Bebimos cerveza y tequila y yo me puse hasta el gorro, claro, todavía estaba lo suficientemente conciente como para poder manejar, pero la cruda me pegó durísimo, tan duro que cancelé todas las cosas que tenía que hacer el sábado: un almuerzo con Lina para ver lo de la revista que quiere hacer; la clase en Echegaray ya me la habían cancelado desde el viernes en la mañana. La cosa fue que también me pegó un conato de gripe, con dolor de garganta y nariz tapada.
En la noche empezó a llover y ni modo: tuve que fallarles a los cuates de SOGEM que se iban a reunir para tramar una revista. Pero la suerte estaba echada y yo estaba más echado que nada. Me aventé una sobredosis de Amoxibron para la infección de la garganta y hoy me levanté un poco mejor. La gripe cedió a los Tabcin.
Me traje trabajo a la casa, porque no lo pude hacer en la semana, más bien me dio hueva y preferí dejarlo hasta el último. Ya el martes, con más tranquilidad, le echaré montón y tendré que salir a como dé lugar.
Resulta que Fernando Reyes me andaba buscando para confirmarme que será, ya oficial, la presentación de Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado, el martes 30 de septiembre a las 19 horas en el Foro Rodolfo Usigli de la SOGEM. No sean gachos, y asistan, no me vayan a quedar como el miércoles, que fueron bien poquitos y la sala Ponce estuvo muy lejos de llenarse.
Mientras escribía esto llegó mi hermano jorge con su amiga Olga. Me invitaron a pasar las fiestas patrias en casa de Hugo Ramírez, como el año pasado, pero mañana tengo que dar clases en la Universidad (los méndigos no quisieron hacer puente, aunque supongo que la asistencia se verá seriamente afectada) y luego, en la noche, va a haber un guateque en casa de Marta, una de la amigas del grupo de narradoras orales de Matilde y Mercedes, donde van a hacer la "premiere" exclusiva (nada más para puros cuatachos) de su nuevo espectáculo. A ver cómo se pone. Y ya más noche a lo mejor caigo en casa de Alberto, de nuevo.
Con Alberto, la conversación del viernes giró, primero, alrededor de su vida de antes de casado y lo conflictuado que lo pone el hecho de ser padre, y también que por fin está tomando en serio esto de la literatura. Me parece muy bien.
Luego yo llevé la plática hacia temas más importantes, como las mujeres. Le conté lo que me pasaba con Maribel, y que me había hablado Cat, y que también Meche y hasta Carmen. Me dijo lo que yo ya sabía: que, en efecto, tienes que ser un cabrón con las viejas para que te hagan caso, porque si eres buena onda te agarran de tapete.
Hoy leí una entrevista con Ana Claudia Talancón, la bellísima actriz que sale en El crimen del padre Amaro, donde dice que le da pena que el mundo sienta que la única forma de aprender es el sufrimiento. "¡De verdad creen que es así! En serio, hay gente que cree que si no sufre no aprende!", dice la hiperreina. Y lo triste es que me doy cuenta que yo soy exactamente así. Podría entablar relaciones sin complicaciones, pero me enfrasco en relaciones con mujeres en las que necesaria e inevitablemente sufro. Parece que si me siento bien no estoy a gusto. A huevo me tengo que sentir mal.
Por eso, por lo que a mí respecta, Maribel se puede ir derechito a la chingada. Todavía tuvo el descaro de decirme que ella luego me hablaba, pero después del puente, porque se iba a ir a Acapulco. Ojalá las pinches olas le den una revolcada, para que se le quite.
Bueno, ya saqué mi coraje en público. Ahora tengo que pensar lo que voy a hacer mañana. Es muy probable que decida seguir dándome en la madre y salir con Carmen para otra dosis de sadomasoquismo mutuo: ella reclamándome por lo hijo de la chingada que soy con ella y yo aguantando la cagotiza. Such is life!
Decidí entonces llamarle a Alberto para echarnos un trago y platicar sobre el bisne editorial. El maldito se puso rejego porque la noche anterior y la anterior se la había pasado de farra (es entendible porque está a punto de ser papá). Lo convencí pero me tardé años en llegar porque el tráfico, en Coyoacán, se pone del asco.
Finalmente, llegué y nos fuimos a la cantina que está a la vuelta de su casa. Bebimos cerveza y tequila y yo me puse hasta el gorro, claro, todavía estaba lo suficientemente conciente como para poder manejar, pero la cruda me pegó durísimo, tan duro que cancelé todas las cosas que tenía que hacer el sábado: un almuerzo con Lina para ver lo de la revista que quiere hacer; la clase en Echegaray ya me la habían cancelado desde el viernes en la mañana. La cosa fue que también me pegó un conato de gripe, con dolor de garganta y nariz tapada.
En la noche empezó a llover y ni modo: tuve que fallarles a los cuates de SOGEM que se iban a reunir para tramar una revista. Pero la suerte estaba echada y yo estaba más echado que nada. Me aventé una sobredosis de Amoxibron para la infección de la garganta y hoy me levanté un poco mejor. La gripe cedió a los Tabcin.
Me traje trabajo a la casa, porque no lo pude hacer en la semana, más bien me dio hueva y preferí dejarlo hasta el último. Ya el martes, con más tranquilidad, le echaré montón y tendré que salir a como dé lugar.
Resulta que Fernando Reyes me andaba buscando para confirmarme que será, ya oficial, la presentación de Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado, el martes 30 de septiembre a las 19 horas en el Foro Rodolfo Usigli de la SOGEM. No sean gachos, y asistan, no me vayan a quedar como el miércoles, que fueron bien poquitos y la sala Ponce estuvo muy lejos de llenarse.
Mientras escribía esto llegó mi hermano jorge con su amiga Olga. Me invitaron a pasar las fiestas patrias en casa de Hugo Ramírez, como el año pasado, pero mañana tengo que dar clases en la Universidad (los méndigos no quisieron hacer puente, aunque supongo que la asistencia se verá seriamente afectada) y luego, en la noche, va a haber un guateque en casa de Marta, una de la amigas del grupo de narradoras orales de Matilde y Mercedes, donde van a hacer la "premiere" exclusiva (nada más para puros cuatachos) de su nuevo espectáculo. A ver cómo se pone. Y ya más noche a lo mejor caigo en casa de Alberto, de nuevo.
Con Alberto, la conversación del viernes giró, primero, alrededor de su vida de antes de casado y lo conflictuado que lo pone el hecho de ser padre, y también que por fin está tomando en serio esto de la literatura. Me parece muy bien.
Luego yo llevé la plática hacia temas más importantes, como las mujeres. Le conté lo que me pasaba con Maribel, y que me había hablado Cat, y que también Meche y hasta Carmen. Me dijo lo que yo ya sabía: que, en efecto, tienes que ser un cabrón con las viejas para que te hagan caso, porque si eres buena onda te agarran de tapete.
Hoy leí una entrevista con Ana Claudia Talancón, la bellísima actriz que sale en El crimen del padre Amaro, donde dice que le da pena que el mundo sienta que la única forma de aprender es el sufrimiento. "¡De verdad creen que es así! En serio, hay gente que cree que si no sufre no aprende!", dice la hiperreina. Y lo triste es que me doy cuenta que yo soy exactamente así. Podría entablar relaciones sin complicaciones, pero me enfrasco en relaciones con mujeres en las que necesaria e inevitablemente sufro. Parece que si me siento bien no estoy a gusto. A huevo me tengo que sentir mal.
Por eso, por lo que a mí respecta, Maribel se puede ir derechito a la chingada. Todavía tuvo el descaro de decirme que ella luego me hablaba, pero después del puente, porque se iba a ir a Acapulco. Ojalá las pinches olas le den una revolcada, para que se le quite.
Bueno, ya saqué mi coraje en público. Ahora tengo que pensar lo que voy a hacer mañana. Es muy probable que decida seguir dándome en la madre y salir con Carmen para otra dosis de sadomasoquismo mutuo: ella reclamándome por lo hijo de la chingada que soy con ella y yo aguantando la cagotiza. Such is life!
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