miércoles, septiembre 11, 2002

El placer amargo

La cerveza es la bebida social por excelencia. Debido a su carácter eufemístico de "bebida de moderación" lo mismo se la encuentra uno en un encendido partido de futbol que en una inocente fiesta infantil. Sin embargo, a pesar de su ubicuidad, la cerveza no tiende a llevarse bien con otras bebidas. Son pocas las combinaciones aceptables que se pueden hacer con ella. Recuerdo dos: la inefable "michelada" (con jugo de limón, sal y, en algunos casos extremos, chile piquín y salsa maggie, con lo que, por ejemplo, en Veracruz y otras latitudes le llaman "chelada") y el "bull" (con ron, jarabe y limón; buenísimo para sobrevivir a las crudas).

Quizá por esa naturaleza de "ajonjolí de todos los moles", la cerveza no cuenta con el prestigio, digámosle literario, que sí tienen otras bebidas como el güisqui, el ron o, recientemente, el tequila.

Otro aspecto curioso es que los contados bebedores famosos de cerveza son, en realidad, poco sociables. Por ejemplo, el rocanrolero George Thorogood tiene una canción que se llama, precisamente, "Yo bebo solo" y que empieza así: "Yo bebo solo, con nadie más, porque tú sabes que cuando bebo solo prefiero estar a solas conmigo mismo. Cada mañana incluso antes de desayunar no quiero ni café ni té, nada más yo y mi buena Budwiser, eso es lo que necesito".

Otro bebedor empedernido de cerveza era el escritor Charles Bukowski. Durante mucho tiempo fue lo único que bebía, pues además era para lo que le alcanzaba su miserable sueldo en la oficina de correo de Los Ángeles. Existe una foto, entre tierna y escalofriante, donde está tumbado en su cama y junto a él una muñeca desgreñada mientras en su regazo carga una botella de cerveza, como si la estuviera arrullando. En su poema "como ser un gran escritor", el gran Buk recomienda: "tienes que cogerte a muchas mujeres/ bellas mujeres/ y escribir unos pocos poemas de amor decentes / y no te preocupes por la edad / y/o los nuevos talentos. / sólo toma más cerveza más y más cerveza. /Ve al hipódromo por lo menos una vez /a la semana / y gana / si es posible".

En otro poema, titulado precisamente "cerveza", el autor de La senda del perdedor hace acto de fe de su bebida preferida y le dedica una verdadera oda: ""No sé cuantas botellas de cerveza/he consumido esperando que las cosas/ mejoren / no sé cuánto vino y whiskey/ y cerveza/ especialmente cerveza/ he consumido después/ de romper con una mujer… la mujer es perenne/ vive siete años y medio más/ que el hombre y toma muy poca cerveza/ porque sabe que es mala para la /figura… cerveza/ ríos y mares de cerveza/ cerveza cerveza cerveza/ por el radio se escuchan canciones de amor/ el teléfono permanece en silencio/ las paredes están fijas/ como siempre/ y cerveza es todo lo que hay."

En nuestro medio, un gran consumidor de esta bebida fermentada fue José Alfredo Jiménez. A él le encantaba pedir tequila y empujárselo con cerveza, lo que en términos estrictos constituye una combinación letal, que no cualquiera soporta. Se sentaba en una mesa del rincón de la cantina y se ponía ver a los parroquianos con mirada vidriosa. De repente, tomaba una servilleta y escribía garabatos inintelegibles, que se convertirían en el germen de una canción. Eso es lo que me cuenta mi papá, por lo menos.

Hace un par de años, en Francia tuvo gran éxito un librito de Philiphe Delerm, titulado precisamente El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida, donde mediante pequeñas viñetas rescata esas cosas que nos pasan inadvertidas y que constituyen lo que verdaderamente vale la pena vivir. Delerm afirma, entonces, que lo que realmente vale la pena es el primer trago de cerveza, "saboreamos el color, falsa miel, sol frío", y que seguimos bebiendo, como un placer amargo, para olvidar ese primer trago. Sigamos olvidando, entonces. Salud.

1 Comments:

Blogger Selene Veletti said...

Me gustó mucho tu artículo sobre los honores a la bandera.

Me hiciste reír y analizar situaciones que yo misma viví.

10:29 a.m.  

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